Florencia Chinicola: la colectivera que lucha por ponerle un «freno de mano» a la discriminación
El Diario dialogó con Florencia Chinicola, la primer mujer que tomó el volante de un colectivo en Balcarce y alentó a otras mujeres a seguir sus pasos. Trabajó durante 13 años en una empresa de remises y en 2019 se incorporó por primera vez en Lucenza, una empresa de transporte corporativo de pasajeros. La visibilización de la actividad de Florencia dio el puntapié inicial para que otras mujeres se presentaran en las empresas de transportes a ocupar lugares que eran desarrollados solo por varones.
UN CAMINO DIFÍCIL
Lo que tendría que ser algo natural en el siglo XXI, sigue siendo en la actualidad una demanda de cientos de personas del sexo femenino que luchan día a día para acceder a esos puestos de trabajo dominados por hombres. «Cuando comencé a trabajar en transporte las mujeres no contaban con las protecciones que hoy nos brinda la ley. Cuando ingresé a Lucenza en 2019 solo contaba con la protección de mi patrón cuando tenia algún episodio de discriminación. Había pasajeros que decían ‘con una mujer no me voy a subir al colectivo’, ‘a mi una mujer no me lleva’, y cosas así; yo me sentí horrible», expresó Florencia. Previo a ser incorporada a la empresa de transporte, Florencia trabajó durante 13 años como remisera. «Si bien tenía experiencia en el transporte de pasajeros al principio sufrí mucho el maltrato».
Florencia comenzó a trabajar como colectivera en la empresa en 2019 durante tres meses y se reincorporó en junio del año pasado. «Llegué por recomendación de ex compañeros de la remisera que estaban trabajando en Lucenza. Su idea era la de incorporar a una mujer y cambiar un poco esa mirada de la gente en general. Me llamaron para preguntarme que me parecía la idea y yo acepté sin dudarlo, dije: ‘yo pruebo, miedo no tengo’. Pasé todas las pruebas y a la semana ya comencé a manejar el minibus. Después de un mes ya pasé a conducir el colectivo, hasta el día de hoy».
«Lucenza es una empresa que te ayuda a progresar y se puso como objetivo que las mujeres formen parte de ese progreso cada vez más», afirmó Florencia. Todos los días cumple los tres recorridos de mañana, tarde y noche hacia McCain, siempre con una sonrisa y el mejor de los ánimos para arrancar el día. «A mi me gusta mucho charlar con los pasajeros, el camino se hace mucho más corto», agregó.
LA MIRADA MACHISTA
«Cuando comencé a trabajar tenía que convivir mucho con la mirada del otro, tanto de los propios pasajeros como de la gente que te ve pasar por la calle. En lugar de decir ‘wow que bueno que una mujer haga este tipo de trabajo’, para ellos era como ver un peligro al volante. Me sentí discriminada y muy mal durante un tiempo, la primera vez que tuve un episodio de discriminación el encargado de la empresa, que era chofer en su momento, subió al colectivo y les dijo ‘acá el que no quiera viajar con la chica, que es una excelente conductora, viene en auto o en remis, la empresa no va a cambiar de conductor por ustedes’».
Para la chofer balcarceña la discriminación siempre nació mayormente desde los hombres, por parte de las mujeres siempre contó con su respaldo. «Es horrible la discriminación que hay hacia las mujeres que conducen, en mis años de remisera me pasó lo mismo, no hubo diferencia». Florencia confiesa que hoy ya no tiene episodios de ese tipo con sus pasajeros en el colectivo, «todos son muy amables conmigo, pero en su momento la pasé mal», aseveró.
«Muchas mujeres me preguntan si no me da cosa manejar este tipo de vehículos pero yo siempre respondo que es cuestión de adaptarse, este trabajo lo puede hacer cualquiera, no es una cuestión de género. Muchas no se animan a manejar camiones o colectivos pero yo les digo que se puede», agregó.
EL APOYO DE SU FAMILIA
Con respecto a cómo viven su rol laboral sus más allegados, aseguró: «mi familia está muy feliz de mi profesión, me acompañan mucho». Tal fue su influencia al volante que su hermana Alejandra quiso seguir sus pasos y hoy es su compañera de trabajo. Alejandra también es una experimentada conductora, al igual que su hermana trabajó en una empresa de remises. «Alejandra entró este año, al principio me costó convencerla pero lo logré. Siempre confié en las capacidades de mi hermana, desde chiquita le enseñé a manejar, solo le faltaba animarse. De hecho yo fui su instructora de manejo, le enseñé los recorridos en la prueba antes de ingresar a la empresa, ella se sentía más cómoda conmigo así que la acompañé».
Florencia viene de una familia que trabajó siempre en el campo y desde muy chiquita su padre le enseñaba a manejar tractores. «Yo tenía tres años y él me sentaba en su falda cuando estábamos arriba del tractor. A esa edad ya andaba a caballo sola, a los 10 años me dedicaba a ir y venir a los campos con la camioneta de mi papá, de ahí viene mi locura por manejar. Si hoy me dicen que no puedo manejar nunca más, me muero», expresó entre risas. «Amo manejar, hoy estoy muy feliz donde estoy, pero siempre mi sueño fue manejar un camión, aún no es el momento pero sé que más adelante lo voy a cumplir», añadió.
«Me encanta ver a más mujeres que manejan, a cada una que encuentro que maneja un camión, un colectivo o que trabaja en un taller mecánico la sigo en redes porque me gusta apoyar lo que hacen. Yo considero que todo el mundo puede hacer todo, aunque también creo que el machismo en la calle lo hace difícil, creo que eso nunca va a dejar de existir», concluyó.