Los datos personales y la intimidad en los tiempos del Big Data
La obvia reminiscencia que contiene el título elegido para este breve aporte a la genial obra de García Márquez viene a cuento de los impresionantes cambios, casi propios de un realismo mágico, que la tecnología del Big Data provocará en las ciencias sociales y en la vida cotidiana de las personas de nuestro mundo globalizado, en los próximos años. Martin Hilbert, profesor de la Universidad de California, dice gráficamente que el Big Data para las ciencias sociales, será lo que el telescopio fue para la astronomía, o lo que el microscopio para la biología.
Dicho de manera muy sencilla, el Big Data es la posibilidad que actualmente brinda la tecnología informática de almacenar volúmenes increíblemente grandes de datos digitalizados, de procesarlos con una impresionante velocidad y de obtener de ellos información que de lo contrario permanecería «oculta».
Desde hace ya unas cuatro décadas nuestra sociedad viene teniendo un contacto cada vez más fluido con las llamadas nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Desde algunos años a esta parte, nos hemos familiarizado con las denominadas redes sociales. Actualmente, puede afirmarse que tenemos naturalizado el uso cotidiano de tales tecnologías y el tener que (e incluso querer) aportar numerosos datos personales a tal fin, o con motivo de ello.
En ese contexto, a casi nadie le llama la atención que, en una sociedad capitalista, gigantescas empresas privadas, con obvio y legítimo fin de lucro, brinden los más variados y útiles servicios en forma aparentemente gratuita. Y digo aparentemente porque, además de la exhibición de publicidad, la contraprestación que el usuario entrega por tales servicios es aportar sus valiosos datos personales (tanto para acceder al servicio, como luego durante la cotidiana utilización de este).
Hasta hace pocos años, el valor de tales datos personales era importante, pero absolutamente desproporcionado al enorme valor que tiene actualmente. La explicación a tal cambio es, precisamente, la aparición del Big Data.
¿Qué es Big Data y para qué se utiliza?
Concretamente, esta tecnología permite procesar en tiempo real gigantescos volúmenes de datos y, mediante la utilización de sofisticados algoritmos, obtener de aquellos información y tendencias (individuales y/o de conjuntos de personas) que, de lo contrario, permanecerían ocultas. Aún más, dicho procesamiento de datos permite realizar lo que se denomina análisis predictivo, es decir predecir las futuras conductas humanas (individuales y/o colectivas) con un grado de acierto absolutamente inédito en las ciencias sociales hasta ahora.
Es así como, mediante el uso de Big Data, pueden hacerse modelos y simulaciones computacionales para diseñar políticas públicas (de similar manera son útiles para las organizaciones empresariales) más eficientes y eficaces.
Como casi toda herramienta, el Big Data puede ser utilizado para un fin bueno o malo, calificación pensada en este caso, básicamente, con relación al bien común de la sociedad.
Ahora bien, las nuevas tecnologías pueden predecir las conductas humanas, a un nivel pre reflexivo1. Es decir, incluso con mayor grado de exactitud de lo que el propio sujeto puede establecer, a nivel de su propia conciencia, que será su actuar futuro.
Pero no se trata sólo de ello. La tecnología también puede incidir, de distintas maneras, con sutileza y eficacia sobre las conductas humanas individuales y/o colectivas. Dos claros ejemplos de ello son los denominados «filtros burbuja» (es decir, que el sujeto vea en sus redes sociales publicidades o informaciones diseñadas acorde a su «perfil») y las «cámaras de eco» (procedimiento por el cual se inmiscuyen en los contactos de una persona y direccionan publicidades o informaciones repetidas y sutiles simulando ser notas del interés de su grupo de afinidad). Ambos procedimientos han probado una gran efectividad para incidir y modificar conductas humanas.
La situación actual
Estas herramientas no son ciencia ficción, sino que ya son utilizadas en la actualidad. Probablemente los casos más notorios sean las polémicas suscitadas en EE.UU, y también, aunque en menor medida, en nuestro país, sobre su uso en las campañas políticas. Además, ya son aplicadas a niveles empresarios (y no sólo por las grandes multinacionales, ya que el servicio es ofrecido incluso a empresas medianas), para realizar distintas acciones de marketing orientado y personalizado, por ejemplo. También se utiliza Big Data para seleccionar personal dependiente, evaluar desempeño laboral, decidir reducciones de personal, etc.
Para verlo aún más nítidamente en la realidad cotidiana, el uso de algoritmos es lo explica que luego de una búsqueda en Internet recibamos publicidad relacionada con aquella; o el tipo de videos o música que se nos ofrece teniendo en cuenta nuestras reproducciones previas.
En la entrevista realizada por David Letterman (en su programa «No necesitan presentación» que se visualiza a través de la plataforma «Netflix») a Barak Obama, este en una de sus respuestas indica: «Si toda la información que uno obtiene proviene de algoritmos en un teléfono y solo reafirma los prejuicios que uno tiene, se desarrolla un patrón de comportamiento». Y luego señala: «Hubo un experimento interesante, no fue un gran experimento científico, sino un experimento que se condujo en la rebelión que sucedía en Egipto, en la plaza Tahrir. Le pidieron a un liberal, un conservador y un «moderado» que realizaran una búsqueda en Google. Que buscaran «Egipto». Al conservador le aparecieron resultados sobre los Hermanos Musulmanes. Al liberal, resultados sobre la plaza Tahrir. Al moderado, le aparecieron resultados de vacaciones en el Nilo. Recibían información en función de sus prejuicios políticos».
En definitiva, se trata de una nueva tecnología ya utilizada y con una influencia creciente.
El Big Data en el futuro próximo
Estamos ante un proceso irreversible y vertiginoso que influye día a día en nuestras vidas. La combinación de ella, con los desarrollados vinculados a la llamada inteligencia artificial, puede provocar consecuencias insospechadas y un crecimiento exponencial de esta herramienta y, por ende, de sus ventajas y riesgos.
Ante ello, de poco vale intentar una resistencia pero sí es importante que los Estados dicten regulaciones razonables y eficaces para proteger los datos personales, algo que está comenzando a darse en Europa. Y que controlen su cumplimiento.
También resulta trascendental que cada persona tome conciencia de lo que implica incorporar un dato personal a la red, desplazarse con el celular encendido o realizar una búsqueda en Internet. Ya no se trata, simplemente, de estar dispuesto a exponer la imagen personal o de un familiar, o tal o cual idea o sentimiento. Se agrega a ello la utilización que pueden realizar terceros de tal información, y cuán preparados y atentos estamos ante ese uso y cómo puede incidir el mismo en nosotros. Es allí donde se advierte la necesidad de desarrollar un particular y actualizado pensamiento crítico.
Es evidente que los derechos de intimidad y privacidad, expresamente amparados por disposiciones constitucionales, Tratados Internacionales y normas legales sufrirán fuertes modificaciones en el futuro cercano. Sin embargo, es deseable que, pese a todo, se logre el respeto de tales derechos y de la dignidad humana, evitando la manipulación de las conductas humanas (o al menos morigerando los efectos de ello) y la reducción de las personas a meros entes consumistas.
1 Puede ampliarse este aspecto en la obra del filósofo surcoreano CHUL HAN, Byung-, Psicopolítica, Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, traducción de Alfredo Bergés, Ed. Herder, Barcelona, 2014, pág. 24 y ss.
2 Nos hemos ocupado de la temática junto al Dr. Damián Bes y al ingeniero informático Ariel Podestá en el trabajo «Big data, relaciones laborales y principio protectorio», publicado por el Diario editado por El Derecho, Bs. As., los días 27 y 28 de septiembre de 2018.

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