Un científico balcarceño trabaja en un proyecto para reemplazar el tejido cerebral

Un científico balcarceño trabaja en un proyecto para reemplazar el tejido cerebral

Con éxito en todo el mundo se realizan trasplantes de órganos (pulmones, el hígado o el corazón y otras sustituciones de partes humanas dañadas: válvulas cardíacas, caderas de titanio, córneas artificiales, entre otras).

Pero hay una historia totalmente diferente con el cerebro. Cuando era pequeño, Jean Hébert aprendió un día que todas las personas se vienen abajo con el tiempo y mueren. «Me dije: ‘¿Por qué a todo el mundo esto le parece bien?’ Y eso ha guiado prácticamente todo lo que hago», dijo el científico. A los 58 años, Hébert dirige una polémica iniciativa en la Agencia de Proyectos Avanzados para la Salud (ARPA-H) de Estados Unidos: estudia cómo realizar un «reemplazo funcional de tejido cerebral» para añadir tejido joven al cerebro de las personas.

Su idea es que, para que el cuerpo no se deteriore por la edad, hay que reemplazar todas sus partes. Incluso el cerebro.

La propuesta de Hébert apunta precisamente a no hacer un reemplazo sino una sustitución de a pedacitos, que le dé tiempo al tejido joven, fabricado en laboratorios, a integrarse al cerebro, de modo tal que los recuerdos y la identidad propia se conserven.

LA INCORPORACION DE VILICICH

En su laboratorio en Albert Einstein, un joven científico balcarceño está trabajando en los experimentos iniciales. Se trata de Felipe Vilicich, licenciado en Biotecnología, egresado de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Entrevistado por El Diario, el joven investigador contó que en el año 2022, el doctor Hébert lo contrató cuando estaba a punto de finalizar su carrera universitaria en el país, y además trabajaba en el Conicet donde obtuvo una beca. «Lo conocí –recordó- trabajando en un programa internacional que reunía a científicos e inversores interesados en el campo de la longevidad humana. El mismo día que me recibí, volé por la noche hacia Nueva York y de inmediato comencé a trabajar en su laboratorio en Albert Einstein College of Medicine como asistente. La meta de Jean y su equipo es lograr el reemplazo funcional de la corteza cerebral, lo que significa básicamente cambiar tejido viejo/dañado por una versión más joven».

Añadió que «la prueba de concepto de este proyecto yace en casos de pacientes que han sufrido pérdida de una porción de su cerebro, por ejemplo, aquellos que tienen glioblastomas benignos, un tumor que crece y destruye normalmente áreas del cerebro con alguna función pero, sin embargo, no pierden capacidad cognitiva».

El trabajo científico de Hébert se centra en el neocórtex, la parte externa del cerebro, la más popular en las representaciones: ese laberinto de líneas y dobleces, donde cada curva y surco contiene la capacidad para almacenar y procesar información, gestionar nuestros sentidos, nuestro razonamiento y nuestra memoria. El neocórtex es «posiblemente la parte más importante de lo que somos como individuos», dijo Hébert y «quizá la estructura más compleja del mundo».

«SE PUEDE LOGRAR»

Vilicich, como integrante del equipo de investigación, planteó que «con suficiente tiempo entre las intervenciones, uno hipotéticamente podría lograr cambiar tejido deteriorado por tejido nuevo». A manera de ejemplo dijo que, si a un paciente un tumor le destruye la región del habla, el cerebro tiene la capacidad de migrar esa función a otra región nueva. Esto se conoce, subrayó, como plasticidad neuronal. «Creemos que los primeros pacientes que pueden beneficiarse de este tipo de tratamiento son personas que han sufrido de accidentes cerebrovasculares o lesiones cerebrales traumáticas para los cuales hoy en día no hay cura».

A medida que se fue avanzando en la investigación, el científico balcarceño fue ganando en confianza a punto tal que Hérbert lo hizo responsable del manejo administrativo del laboratorio mientras al mismo tiempo lidera una nueva línea de investigación del equipo de trabajo.

«Por estudios hechos previamente en el laboratorio, sabemos que la mayor chance de supervivencia del tejido implantado es simulando etapas muy tempranas del desarrollo embrionario. Básicamente, cuanto más joven es el implante que uses, es más probable que se integre al cerebro. Lógicamente que esto requiere de un entendimiento de la composición de la corteza cerebral muy elevada, y es un campo que todavía tiene muchísimo para descubrir», comentó.

PUNTOS POR RESOLVER

En este punto, Vilicich entusiasmado por la investigación, nos comentó el trabajo que se está realizando dentro del laboratorio: «tenemos gente perfeccionando el protocolo para hacer los distintos tipos de neuronas derivándolas de pacientes para evitar rechazo, otros trabajan en el ensamblaje y la implantación y yo estoy trabajando hacer una matriz extracelular artificial»

Esta última se trata de una red de proteínas que recubre a las células dando soporte y factores de crecimiento, entre otras cosas. Es sumamente importante porque mientras maduran, las neuronas son muy sensibles a su entorno. En las próximas semanas, Vilicich estará publicando un artículo científico con los resultados obtenidos.

Por último, señaló que desde agosto pasado forma parte del programa de doctorado de Albert Einstein el cual integran un total de 42 científicos al año y cerca de una decena de estudiantes extranjeros.

«Por el momento sigo vinculado con el campo de la longevidad mientras trabajo en un laboratorio de inteligencia artificial para el diseño de vacunas», concluyó.

LO QUE REPRESENTA

Por último, el joven investigador reflexionó: «Uno trata de representar a la ciencia de nuestro país lo mejor posible. Tener la chance de participar en proyectos de este calibre, me llena de alegría y agradecimiento por todas las personas que ayudaron en mi formación. Desde un punto de vista más personal puedo decir que si algo de lo que hago puede ayudar en cualquier medida a pacientes con problemas neurológicos, ya me daría por satisfecho».