José Luis Bodega: el agrónomo que se dedicó a la docencia y la vida académica
Su historia profesional está ligada a la docencia y la investigación. Durante poco más de 40 años, el ingeniero agrónomo José Luis Bodega fue testigo privilegiado del nivel de desarrollo alcanzado que convierte a la Facultad de Ciencias Agrarias en un ámbito de excelencia académica.
Recientemente, siendo Decano de la casa de estudios, Bodega accedió al beneficio de la jubilación por lo que en su lugar asumió su amigo Miguel Pereyra Iraola.
La historia de Bodega dentro de la institución educativa ha recorrido múltiples etapas de innovación tecnológica e institucional, transformadora de saberes, visiones y propuestas y formadora de profesionales.
-¿Qué le dejó esta profesión después de tantos años de actividad académica?
- Cuando miro para atrás me queda una sensación muy linda, ya que como dice el dicho “lo importante no es la meta sino el camino recorrido”. El camino recorrido durante este tiempo valió la pena, fue muy interesante, cargado de sorpresas, a veces muy buenas y otras no tanto, pero sobre todo con oportunidades para conocer e interactuar con personas geniales, llenas de ideas, hacedores plenos que me ayudaron a crecer y a hacer. Las mayores satisfacciones las encuentro cuando en la calle o por whatsapp en el trato con egresados de la facultad, quienes me saludan cariñosamente y me comentan que guardan un grato recuerdo de su paso por la casa de estudios y en particular por el curso que dictamos ‘Cereales y Oleaginosas’. En mis años de docencia, más de 1.500 profesionales pasaron por nuestros cursos. Un dato no menor es que la cátedra y el grupo de investigación que integré quedaron muy bien cubiertos con los nuevos docentes incorporados. Son los ingenieros agrónomos Luján Nagore, Dionisio Martínez y Gastón Darwich.
-¿Qué significa para usted la Facultad de Ciencias Agrarias?
- Fue mi segunda casa. Si sumo las horas diarias que he pasado en ella, investigando o enseñando en las asignaturas que dictaba, creo que han sido similares o más a las que he pasado junto a mi familia. Sería injusto que diga que fue un trabajo ingrato. Debo agradecer a Dios la posibilidad que me brindó de poder hacer esta tarea. Cada año, cuando comenzaba el curso de ‘Cereales y Oleaginosas’, del cual fui responsable, me rejuvenecía al tratar con estudiantes de los últimos años de la carrera. Ellos te hacían, con sus preguntas y curiosidades, volver a estudiar y a consular a expertos para satisfacer sus expectativas. Esta fue la pasión de nuestro grupo de trabajo, constituido durante varios años por Manuel De Dios y Miguel Pereyra Iraola. La pasión que pusimos en esta actividad fue reconocida por los alumnos que en muchas oportunidades nos distinguieron como los mejores profesores de la carrera.
-¿Cómo vivió usted la evolución histórica de la institución, que lo tuvo durante unos 12 años como Decano y muchos más como profesor y en otras funciones?
- Es cierto que el sector agropecuario y la tecnología disponible cambió mucho desde 1973, año en que comencé a trabajar en la facultad, a la actualidad y seguramente que seguirá modificándose. Recuerdo que cuando me recibí, las maquinas más sofisticadas para hacer cálculos eran las Olivetti que sumaban y restaban y a manija, y para escribir notas las máquinas de escribir con teclado mecánico. Mi trabajo final de carrera fue tipeado con estas máquinas y con papel carbónico para poder tener copias. En aquella época los cultivos se realizaban prácticamente sin fitosanitarios ni fertilizantes. La soja la conocíamos en experimentos, los equipos de riego autopropulsados, los engordes a corral y las distintas formas de alimentar al ganado existían en otros países, no en Argentina. Teníamos una superficie sembrada de alrededor de 19 millones de hectáreas y una producción total de aproximadamente 30 millones de toneladas. Hoy se siembran aproximadamente 29 millones de hectáreas y hay una producción de alrededor de 130 millones de toneladas de granos. Evidentemente nos damos cuenta de que algo pasó. Este crecimiento se ha dado por los avances en la investigación y en las técnicas de manejo. Y ahí creo que nuestros egresados, junto a los de otras facultades de Ciencias Agrarias, han contribuido enormemente a este crecimiento siendo parte importante de este desarrollo científico y tecnológico. La agricultura tiene una importancia estratégica en la economía argentina para lo cual debemos desarrollarla en forma sustentable, cuidando nuestros recursos naturales. Por eso hablamos de biotecnología, manejo de cultivos con base ecofisiológica, manejo integrado de plagas, buenas prácticas en el uso de insumos, aplicaciones de fitosanitarios dirigidas, cultivos de cobertura, uso eficiente de los recursos, etc.
- Una de las discusiones que debió dar como Decano fue la del diseño curricular y la consiguiente discusión en relación con el perfil del ingeniero agrónomo.
- Lo mejor que puede hacer la facultad para la sociedad y el país es formar buenos profesionales para lo cual su plan de estudios tiene que responder a las necesidades actuales y futuras del sector agropecuario. En este contexto pensemos que la facultad local comenzó a funcionar en 1960 con un plan de estudios que fue acomodándose a las circunstancia del país. En 1986 ya se observaba un crecimiento de las actividades agrícolas, para lo cual nuestra facultad no estaba respondiendo con la formación de sus profesionales. En ese momento, el decano de la Facultad, ingeniero agrónomo Juan Martín Lahitte, nos encomendó a mi como Secretario Académico y a la licenciada Mónica Van Gool, Asesora Pedagógica, que trabajáramos junto con la comunidad en una propuesta de cambio del actual plan de estudios que contemplara las nuevas tendencias. Se sumaron los docentes, alumnos y egresados. Logramos un cambio muy importante que incluyó una reducción en el número de asignaturas y mayor carga horaria a algunas de ellas que tenían que ver con el cuidado y producción de cultivos, se incluyeron talleres, se dio mayor flexibilidad al plan de estudios para que los alumnos pudieran elegir en función de sus gustos y necesidades profesionales, para lo cual se incluyeron cursos optativos, etc. Paralelamente se dio forma y se creó un posgrado en Producción Vegetal para la formación de Magister Scientiae. Fue un cambio muy significativo para la facultad. Otro hito en el cambio de planes de estudio lo dimos en 1996. Siendo decano y actuando como secretaria académica la Ingeniera agrónoma Azucena Ridao, actualizamos la oferta académica de la facultad, que consistió en la creación de carreras de cuatro años (Licenciaturas) y a nivel de posgrado especialidades y nuevas maestrías, que se articularon perfectamente con los estudios de grado. Este cambio nos permitió acceder a un subsidio del Ministerio de Educación de más de 2,1 millones de dólares para poderlo consolidar.
- ¿La búsqueda permanente de la excelencia, la calidad educativa y la formación profesional son valores primordiales que mantiene la Facultad de Ciencias Agrarias?
- Este ha sido para nosotros una constante. Muchas veces digo, sin ánimo de molestar a nadie, que nuestra facultad es una más de las 34 facultades de Ciencias Agrarias que hay en Argentina. Si nosotros no tenemos una buena oferta que se destaque a nivel nacional, nos vamos quedando sin alumnos. Los ingresantes eligen lo mejor para su formación y si nosotros no se lo ofrecemos, eligen otros lugares. Nuestra preocupación ha tenido su visualización externa ya que ocupamos el tercer lugar, en cuanto a prestigio, dentro de las 34 facultades de Ciencias Agrarias, públicas, en Argentina.
- ¿Cómo entiende usted que se debe pensar a futuro la Facultad?
- No me cabe duda que el equipo de trabajo que dirige el actual decano Miguel Pereyra Iraola, un gran amigo, tiene claro hacia dónde debe ir. La prioridad creo que la tiene el diseño de un nuevo plan de estudios que responda a las nuevas incumbencias y alcances del título de ingeniero agrónomo fijados por el Ministerio de Educación. A esta tarea se suma la acreditación de nuestra carrera “Licenciado en ciencia y tecnología de alimentos”. En el contexto anterior entiendo que también se debe pensar en carreras de 2 o 3 años que respondan a necesidades puntuales, con duración en el tiempo acotadas. Quiero decir que puedan cerrarse cuando no haya demanda o pierdan actualidad.
- ¿Qué análisis hace de la alianza estratégica con el INTA Balcarce?
- Estoy convencido de que es un lugar muy adecuado para tener una facultad de primer nivel en el contexto nacional e internacional. La sinergia que se produce entre los técnicos del INTA y los docentes investigadores de la facultad, ayudados por los alumnos, de grado y posgrado, que son quienes nos mueven a ambos, son el caldo de cultivo necesario para tener lo que hemos logrado hasta el momento y continuar creciendo.