La cuadrilla de mujeres que logró derribar los prejuicios del trabajo rural
El Diario dialogó con Inés Hoyos, coordinadora de "las cebollinas", una cuadrilla de mujeres que desde hace tres años trabaja largas jornadas en temporadas de cosecha de cebollas y zapallos.
El trabajo rural siempre estuvo culturalmente considerado como una labor solo para el hombre. Hasta hace unos años no era tan frecuente ver a mujeres trabajando en el campo. Hoy, por suerte, las cosas están cambiando, y podemos celebrar la creación de cuadrillas de mujeres. Empezaron siendo 14 trabajando en la temporada de siembra y cosecha de cebolla. Ahora, en plena temporada de zapallo, llegan a 30.
"Hoy las mujeres se hacen valer por sí solas y se adaptan a cualquier trabajo", comentó a El Diario Inés Hoyos, la cabecilla de las "cebollinas", como le gusta llamar a su cuadrilla de mujeres. Inés es la encargada de organizar las cuadrillas, contar la cantidad de trabajadoras que viajan por día y qué parte le corresponde a cada una. "Siempre tuvo facilidad para los números", comentó Ana, su hermana, quien trabaja como coordinadora del merendero "Doña Norma" y que a su vez funciona como punto de encuentro para las demás mujeres que buscan cómo ganarse la vida.
Inés, al igual que muchas mujeres dentro de su cuadrilla, también colabora en la cocina del merendero. Tampoco descuida sus estudios, en la actualidad se encuentra cursando la secundaria y tiene planeado seguir la carrera de contaduría. "Soy el varón que mi papá nunca tuvo", sostuvo, ya que se le dan bien los trabajos manuales. "Te desarma un secarropa, te arregla un lavarropa, te arma una mesada, también sabe mucho de costura", agregó Ana.
DERRIBANDO PREJUICIOS
Con tiempo y trabajo se ganó la confianza de los patrones, hoy se convirtió en un nexo entre el empleador y las mujeres de campo, también se encarga de organizar los traslados. Hace tres años salieron por primera vez en cuadrilla, en aquella época trabajaban en el paraje rural "El Coyunco", a pocos kilómetros de Sierra de los Padres. "No sabíamos nada, pero queríamos trabajar. La oportunidad vino a través de mi exmarido, en el campo donde él trabajaba estaban necesitando hombres para realizar tareas que no eran muy difíciles, después de varias charlas junté el número suficiente de chicas y salimos. Cuando llegamos, el encargado se llevó una sorpresa, el esperaba que llegaran tres o cuatro hombres pero aparecimos 14 mujeres", dijo Inés entre risas y agregó: "cuando terminó el día nos felicitó, no lo podía creer".
Ana reconoció que las redes sociales agilizan la búsqueda de una fuente laboral. "Con la difusión y la cantidad de solicitudes de trabajo, nos fuimos dando cuenta cada vez más de la necesidad de la gente. Acá al merendero todavía se siguen acercando muchas".
TRABAJO DIARIO
Todas las mañanas, las cuadrillas de hombres y mujeres se reúnen en el almacén de Av. Pueyrredón y Av. Centenario, desde allí parten en diferentes combis a sus destinos. "Al principio las cuadrillas de hombres nos miraban medio de reojo, era todo risas o bromas, con el tiempo nos fuimos ganando respeto. Que les hayan dado la oportunidad a esas 14 mujeres le abrió la puerta a muchas otras", indicó Inés.
Inés también dejó en claro su postura a la hora de arreglar los trabajos con sus empleadores. "No podríamos trabajar para patrones que nos quieran pagar menos, nos hacemos valer. Por suerte ya tengo confianza con nuestros empleadores, ellos conocen como nos manejamos. Siempre vamos a estar agradecidas por darnos la oportunidad, no cualquiera lo hace."
La mayoría de las chicas que venían a colaborar en la cocina del Merendero estaban sin trabajo y con hijos. En cada viaje que hacen al campo, una de ellas se queda acá y cuida de todos", comentó Ana". Al principio veíamos esa mirada de desconfianza por parte de los hombres, no pensaban que íbamos a durar mucho. Ahora hacemos los surcos, embolsamos y cargamos, hacemos todo", expresó Inés.
"A los encargados les gusta nuestro trabajo, es limpio y prolijo. De hecho este año uno de ellos nos dio la siembra de zapallo, el trabajo fue mover la tierra, marcarla, ararla, limpiar el terreno y sembrar. Una vez que crece la planta, carpimos la tierra. Todo el trabajo que hacemos es a mano, si el trabajo se hace con la maquinaria de ahora nosotras ni vamos, la máquina lo hace todo y no nos gusta eso. En el último trabajo que tuvimos sembramos 22 hectáreas de zapallo "princesa", como se trata de los primeros zapallos en salir empezamos sobre los meses de noviembre y diciembre, ahora tenemos que seguir con la cosecha. Los períodos de siembra y cosecha dependen del tipo de zapallo. Recién en julio o agosto se van a cosechar los últimos".
Inés y las "cebollinas" estuvieron mucho tiempo en el sembrado y cosecha de cebollas en Mechongué. "Ese trabajo lo agarramos gracias a un conocido de Ana, ella nos hizo el contacto y no lo dudamos, además de llevar adelante el merendero, busca oportunidades para las mujeres que necesitan trabajar". "Yo estoy constantemente hablando con gente, es la única forma de que conozcan lo que las chicas hacen, además de su trabajo en el merendero. Es también una forma de sacarle ese pensamiento a algunos hombres de que la mujer no puede. La mujer puede si nos dan la oportunidad", afirmó Ana.
"Para la temporada de cebolla salíamos a las 4 de la mañana de casa y nos íbamos hasta las paradas de Caseros y Del Valle o de Centenario y Pueyrredón, de ahí salíamos para el campo. Son 45 minutos en combi, descansamos unos minutos después del viaje y arrancamos el día. Nos organizamos en parejas para hacer los surcos, las que vienen por primera vez se suman a una de las parejas para que aprendan como se hace. El primer descanso es a las 10, merendamos, tomamos unos mates y seguimos hasta el mediodía que es nuestro último descanso. A partir de ahí seguimos, incluso hasta la noche, dependiendo el trabajo", relató Inés.
COMPAÑERISMO, SU GRAN VIRTUD
Dos de las virtudes que caracterizan a este grupo de mujeres es el compañerismo y la organización. "Con los hombres quizás hay más competencia laboral, con las chicas eso no pasa. La mayoría tiene claro por qué están acá, muchas necesitan seguir pagando el alquiler, cuidando de sus hijos solas o dejándole a otras compañeras su cuidado. Se agrupan entre compañeras y se dan una mano, eso está buenísimo porque además se van sacando la mentalidad de que "la mujer no puede. Que las sigan llamando para trabajos rurales después de tres años consecutivos dice mucho de ellas".
"Pero compartir tantas horas todos los días también trae sus cosas, la convivencia nunca es fácil. Cuando veo algún problema entre las chicas trato de mediar, ser cabecilla de una cuadrilla no es una tarea sencilla. Ser líder también se trata de dar el ejemplo a las otras chicas. Me ha pasado que el patrón me llame a las 5 de la mañana avisándome que ese día vayamos más tarde porque íbamos a hacer menos bolsas. Y yo teniendo un grupo de 20 chicas,cómo hago para decirle a 10 que no vengan?, ganaremos menos pero siempre vamos todas juntas".
"También trato de inculcarles a las que se van incorporando que el tiempo de todas es valioso, les digo que sean puntuales, que se esfuercen, que sean responsables. Si se levantan tarde las demás no pueden estar esperándolas y perder horas de trabajo".
"No tenemos horarios fijos, a veces los pedidos salen tarde y tenemos que quedarnos más horas de las pensadas. Pero como siempre digo, siempre hay trabajo, no trabaja el que no quiere. Después del mediodía es difícil encontrar gente que esté disponible para viajar, sobre todo las que tienen hijos chicos, pero nos arreglamos para poder organizarnos. Somos muy compañeras y compartimos todo, cuando no encontramos gente que cuide de los chicos, una de nosotras se queda, al finalizar el día de trabajo le repartimos la ganancia. Lo mismo si no va por enfermedad, le damos una parte de lo que ganamos".
Al término de cada cosecha, todo el grupo de mujeres se reúne en los llamados "fines de campaña" para festejar. Un acto en el que los trabajadores rurales se reúnen para poner un final feliz a unos largos meses de trabajo, sacrificio y esfuerzo para obtener el mejor producto. "Ahí nos tomamos hasta el agua de los floreros", comentó Inés entre risas.
Así como los hombres fueron despojándose de sus prejuicios, el mismo grupo de mujeres aprendió a no juzgar a las chicas que recién arrancan, ya sea por su edad o su físico. "Pueden ser inexpertas, pero tienen ganas de trabajar, y eso está bueno. Cada vez más aumenta el número de mujeres que se acerca al merendero pidiendo trabajo, es impresionante. Tenemos una lista de mujeres anotadas, porque muchas veces excedemos el cupo de gente para viajar. Una semana llevamos a un grupo de chicas, y a la siguiente llevamos otro para que nadie se quede afuera y todas tengan la oportunidad de trabajar", concluyó Inés.