Testimonios de fe, esfuerzo y emoción
Laura Badia y Mariela Barda participaron de la tradicional peregrinación que este año reunió a casi tres millones de fieles. En una entrevista con El Diario relataron cómo -a pesar del cansancio y la lluvia- la fe, la solidaridad y el acompañamiento hicieron posible un nuevo encuentro con la Virgen.
CADA PASO, UNA ORACIÓN
Para Mariela Barda, la caminata a Luján fue una experiencia profundamente movilizadora. "Mi primera vez fue el año pasado y no sabía absolutamente nada. Llegué perfectamente bien, pero esta segunda vez fue distinta", contó la peregrina a El Diario. A diferencia de su debut, esta vez viajó sola, aunque pronto se rodeó de nuevas compañeras: "Invité amigas del gimnasio, una trajo a otra, y terminamos siendo tres. Vinimos en colectivos distintos, pero no nos despegamos en todo el camino".
El trayecto de unos 60 a 65 kilómetros volvió a poner a prueba la resistencia física y espiritual de los caminantes. "El año pasado hizo 32 grados, esta vez 28 pero con mucha humedad. Fue durísimo", agregó Mariela.
"Salí a las 8 de la mañana y llegué a las 3 de la madrugada, bajo la lluvia", recordó Laura Badia. Aunque el ritmo era firme, las paradas para comer y descansar fueron inevitables, especialmente cuando su compañera comenzó a sufrir de ampollas en los pies: "Teníamos previsto llegar a la una, pero se nos hizo tarde. Aún así, lo pudimos completar y fue muy emocionante".
Consciente de la exigencia del recorrido, Laura se preparó durante semanas: "Salía a caminar todos los días, durante casi dos meses. Lo más importante es tener un buen calzado y usarlo antes del viaje, porque no podés estrenar zapatillas ese día. Te puede arruinar el camino".
Pero más allá de la preparación física, la caminata tuvo un profundo sentido espiritual. "El camino de peregrinar es como la vida misma. Hay momentos en los que decís '¿qué hago acá?' y te fortalecés rezando un rosario o haciendo una oración. Eso te da energía", expresó Mariela. También relató cómo ver a otros peregrinos con discapacidades o dificultades físicas la conmovió profundamente: "Ves gente en silla de ruedas, con los pies destrozados, y pensás 'esta gente es tan hija de Dios como nosotros'. Te enseña a valorar todo lo que tenés".
A lo largo del trayecto, la solidaridad se multiplicó. "La cantidad de gente que ayuda es impresionante. Te ofrecen agua, fruta, mate cocido, te mojan la cabeza para refrescarte. Personas que no conocés y que te alientan sin parar. Eso te empuja a seguir", dijo Laura.
Laura también llevó en su mochila los pedidos de su familia y de su hija de diez años, que la despidió con lágrimas y cartas para la Virgen. "Me acompañó desde acá con su corazón. Saber que tenía a mi familia, mis amigos y mi hija alentándome fue lo que me dio fuerzas cuando sentía que no podía más. Llegás por ellos y por vos misma", expresó emocionada Laura.
"DIOS ESTÁ
PARA TODOS"
"Algunos tenemos una tendencia a juzgar -reflexionó Mariela-. Por ahí había colegios enteros de adolescentes que caminaban con la Virgen, cantando canciones religiosas y al mismo tiempo grupos de chicos vestidos con camisetas de fútbol, con cánticos de cancha, pero ahí estaban, con la misma fe. Dios está para ellos, para nosotros, para todos."
En su relato, Laura destacó el sentido espiritual de la caminata y la importancia de comprender que no todos llegan a destino, pero eso no disminuye el valor de la fe. "A veces el cuerpo te dice 'hasta acá llegaste', y hay que escucharlo. No es que la Virgen no te acompaña más. Capaz tu misión era llegar hasta ahí y seguir de otra forma. La fe está intacta. El ultimo tramo tuve que llevar a mi amiga enganchada del brazo porque no daba mas"
La peregrina describió la peregrinación como una mezcla intensa de emociones: "Te reís, llorás, te volvés a reír. Y cuando llegás a la Basílica y te chocás con eso… no se puede explicar. Es un cúmulo de sensaciones que te desborda."
La multitud fue otro aspecto impactante: "Este año fueron casi tres millones de personas. Adentro de la Basílica costaba respirar, había gente desvanecida, otros llorando de emoción. Y uno quiere pedirle tanto a la Virgen, pero en realidad ella ya sabe lo que llevás en el corazón", contó Mariela.
De regreso en Balcarce, Laura volvió a la Parroquia San José a agradecer: "Le dije 'no sé si llegué a decirte todo, pero calculo que sí'. Ella ve lo que está en nuestro corazón, no hace falta repetirlo."
"UNA EXPERIENCIA QUE TODOS
DEBERÍAN VIVIR"
Laura recordó la preparación previa al viaje, el armado del bolso, las reuniones y la cuenta regresiva que se vivía con ansiedad: "Decíamos 'el mes que viene nos vamos a Luján', hasta que llegó el día y estábamos caminando. Es increíble pensar que lo que soñaste durante tanto tiempo se vuelve real."
Mariela resaltó además el contexto histórico de la Virgen: "Cuando llegás a la Basílica y la ves tan pequeña, recordás su historia, cómo fue que los bueyes se detuvieron y no pudieron mover la carreta hasta que sacaron la caja con la imagen. Era su lugar. Esa historia te remueve el alma."
Para ella, cada peregrinación es única y transformadora. "Yo creo que todas las personas, aunque sea una vez en la vida, tendrían que hacerlo. Una cosa es que te la cuenten y otra vivirla. Es mi segunda peregrinación, y cada año me acerca a más gente. Ya tengo amigos que se sumarán la próxima."
El cansancio físico también deja huellas imborrables. "Cuando llegás no podés ni levantar el pie. Pero el impacto de ver la Basílica por primera vez es indescriptible. Te arrodillás, rezás y agradecés con lo poco que te queda de energía. Yo fui más a agradecer que a pedir, por la salud, el trabajo y el haber llegado."
La organización, el acompañamiento sanitario y el espíritu solidario fueron parte esencial de la experiencia. "En cada puesto te toman asistencia, nadie queda atrás. Hay ambulancias, enfermeros, gente que te ofrece agua, fruta, palabras de aliento. Eso también es fe, esa red humana que te sostiene cuando el cuerpo ya no puede más."
Conmovida, Mariela concluyó: "Cada paso tiene sentido. Caminás por vos, por los tuyos, por lo que necesitás agradecer o sanar. Y al final, cuando ves la imagen de la Virgen, entendés que todo valió la pena."
AGRADECER ANTES QUE PEDIR
Para Laura, esta segunda peregrinación tuvo un sentido aún más profundo que la primera. "Una de las intenciones fue ir a agradecer. Tengo a mi hija sana, con salud, tengo trabajo. Fue más un viaje de agradecimiento que de pedido", relató.
Sin embargo, reconoció que también llevó intenciones en el corazón: "Siempre hay algo que pedirle a la Virgen, pero esta vez sentí que tenía que dar gracias. Cuando llegué el año pasado, dije 'prometo volver'. Y no pude ir por un evento familiar, pero sabía que este año lo hacía. Ya sé que el año que viene también voy a volver. Es algo que te moviliza la fe. Esa luz interior que te impulsa a caminar. Llegar es un placer espiritual enorme".
Laura definió la peregrinación como "el movimiento de fe más grande que existe". "No hay otro momento donde veas tanta gente caminando hacia el mismo lugar, con el mismo propósito, con esa energía que no se explica. Te llena el alma. Es una experiencia que te transforma", aseguró.
ENCUENTRO
CON EL DIOS VIVO
Mariela también compartió cómo nació su camino de fe. "A mí me invitaron a un encuentro cuando mis chicos eran pequeños. Yo soy una persona grande, tengo 63 años y este año cumplí los años en el colectivo, de regreso. El año pasado los había cumplido caminando", recordó entre risas.
Ese primer encuentro fue un punto de inflexión. "Nos invitaron a un encuentro de parejas en la Parroquia San José. Ahí mi esposo tomó la comunión por primera vez. Sus padres le habían dicho que lo hiciera cuando fuera grande y nunca se había decidido. En ese momento fue como encontrarnos los dos con la fe y con Dios", contó.
A partir de allí, comenzó a participar activamente en los encuentros espirituales que la parroquia organiza bajo el nombre 'El Camino', una propuesta que invita a vivir la fe desde la reflexión, el acompañamiento y la comunidad. "Participé también del equipo en una oportunidad y ahí conocés un Dios más vivo, más cercano, más humano", describió.
UNA IGLESIA EN MOVIMIENTO
Mariela destacó el crecimiento que ha tenido la pastoral local en los últimos años, sobre todo entre los más jóvenes. "La Iglesia viene trabajando mucho con la juventud. Hay una movilización enorme, muchos chicos que se suman, que contagian energía. Es una Iglesia floreciente, con gente joven, con ganas y con una mirada distinta", explicó.
Esa renovación también se percibe en la forma de transmitir el mensaje de fe. "Yo conocí un Dios distinto, más severo, más ligado a la culpa y al pecado. Hoy siento otra manera de vivir la religión. El Papa Francisco tuvo mucho que ver en eso, con su forma de hablarle a los jóvenes, con ese 'hagan lío' que los interpela. Marcó un cambio de época", afirmó.
COMPROMISO Y COMUNIDAD
Dentro de la Parroquia San José, Mariela integra el Movimiento Familiar Cristiano, un espacio que reúne a matrimonios y familias para compartir la fe desde la vida cotidiana. "Es uno de esos grupos que te invitan a vivir la religión desde el amor, desde el acompañamiento. Participo ahí y estoy para lo que me necesiten", contó.
Su compromiso con la comunidad y su fe se reflejan en cada testimonio, y en la forma en que describe la experiencia de peregrinar. "Caminar hacia Luján es como caminar hacia adentro de uno mismo. Te cansás, te emocionás, rezás, agradecés. Pero sobre todo, volvés distinta. Te das cuenta de que no estás sola, que hay un Dios que te sostiene en cada paso."