Carlos Vega: "La peluquería me dio todo lo que tengo"
Con más de 45 años de trayectoria Carlos Vega, el reconocido peluquero recordó sus comienzos, su paso por las academias, la enseñanza a jóvenes, los cambios en la profesión y el valor de la relación con sus clientes. Hoy, casi retirado, asegura que sigue aprendiendo todos los días.
UNA VIDA ENTRE TIJERAS, PEINES Y NAVAJAS
Carlos Vega comenzó a los 15 años, motivado por un vecino catalán de su barrio que lo entusiasmó con la peluquería. "Él me decía siempre: 'Tenés que aprender, tenés que estudiar'. Y me gustó desde el primer día", recordó. Primero aprendió el oficio en una peluquería de varones, luego se perfeccionó en la Academia de las Hermanas Carbone y en la Academia Licha de Mar del Plata, donde se recibió.
Sus inicios fueron compartidos con su amigo y colega Juan Carlos Báez, con quien trabajó en calle 23 y 30 durante seis años. Más tarde se trasladó a otros locales hasta abrir su propio salón en calle 28, donde pasó gran parte de su vida profesional. "Ahí creo que voy a terminar", dijo con una sonrisa.
EL PELUQUERO Y EL MAESTRO
Además de trabajar en su salón, Vega también se dedicó a la docencia. Con apenas 21 años comenzó a dar clases de peluquería en la Escuela Nº 4. Durante seis años formó a jóvenes junto a Haydée Rodríguez, realizando prácticas en instituciones como el Asilo, el Patronato y el Geriátrico municipal. "Llegué a tener 21 chicos, algunos de ellos todavía están en carrera. Eso me da mucha satisfacción", contó.
MILES DE CABEZAS, MUCHAS HISTORIAS
En más de cuatro décadas de trabajo, Vega peinó a generaciones completas. "Me decían: vos me peinaste cuando me casé, después a mi hija cuando egresó y más tarde cuando se casó. Esas cosas son las que quedan, el reconocimiento de la gente", expresó. Para él, el peluquero no solo se ocupa de la "cabeza externa" sino también de la interna: "Te convertís en psicólogo, escuchás, aconsejás. Con los años se genera una relación muy especial".
LOS CAMBIOS DEL OFICIO
Al mirar atrás, Vega reconoce cuánto se transformó el rubro. De las peluquerías separadas de varones y mujeres, al auge de las unisex y ahora de las barberías. Sin embargo, se queda con los métodos tradicionales: "Para mí la peluquería es tijera, peine y navaja, no máquina. Eso me enseñaron los viejos maestros".
En sus palabras se refleja una pasión inquebrantable: "Tengo más de 180 diplomas, porque a donde había un evento o capacitación yo iba. A 45 años todavía estoy aprendiendo".
Carlos habla también del valor de la amistad y la solidaridad dentro del oficio. Recuerda a colegas y familiares que lo apoyaron al iniciar su propio salón: Gino Bruno y la familia Báez, quienes fueron fundamentales para que él y su amigo Juan Carlos Báez pudieran montar su peluquería.
Los recuerdos se entrelazan con la nostalgia, clientas que ya no están, amistades que se formaron con el paso de los años, y la satisfacción de ver a sus alumnos crecer profesionalmente. Todo esto, asegura, es lo que le dio sentido a su profesión.
UNA PROFESIÓN QUE LO MARCÓ PARA SIEMPRE
Carlos Vega asegura que la peluquería le dio todo: "Lo que tengo, lo logré con mi trabajo. Fue sacrificio, pero bienvenido sea, porque me dio frutos". Y deja un consejo para quienes quieran seguir el camino: "Tiene que gustarte. Es una profesión que hay que quererla, aprenderla bien y nunca dejar de estudiar".
Hoy, casi retirado, mantiene la amistad con colegas y la gratitud de sus clientes. "Estoy agradecido a la vida y a mi profesión. Siempre traté de ser el mejor, como decía Fangio, aunque uno siempre sigue aprendiendo".