"Ser arquero, no atajador": un sueño que nació de una cuenta pendiente y hoy impulsa a volar alto
Lo que comenzó como una idea en la cabeza de un joven que soñaba con entrenar arqueros en su ciudad hoy es una realidad que lleva casi una década. Mariano Lauro -preparador físico, arquero que se desempeña en el fùtbol amateur e impulsor de EFEPA, la primera escuela de arqueros de Balcarce- repasa en exclusiva con El Diario su recorrido, el fenómeno Dibu Martínez, la importancia de aprender a errar sin miedo y el rol fundamental de su padre, "Richard". Actualmente, más de 30 chicos entrenan en la escuela, donde no solo se enseña a volar bajo los tres palos, sino también a caer, levantarse y confiar en uno mismo.
UN PUESTO
SIN ESCUELA
Por qué no había una escuela de arqueros en Balcarce antes de 2015? La pregunta queda flotando apenas uno escucha hablar a Mariano Lauro. La respuesta es simple y, a la vez, potente: porque nadie la había hecho. En una ciudad donde el fútbol es parte del tejido social, el puesto más ingrato -y a la vez más glorioso- del equipo no tenía un espacio específico. Hasta que apareció él, con su experiencia como arquero, su formación como preparador físico y una convicción: los arqueros merecen entrenar como se entrena cualquier otra posición del campo.
"Hace nueve años no existía la figura del entrenador de arqueros en Balcarce", recuerda Mariano. "Yo tuve la suerte de pasar por algunos lugares que me abrieron la cabeza. Cuando llegué a Racing de Avellaneda, por ejemplo, me encontré con otro mundo. Después estuve en Aldosivi cuando hicieron pretemporada acá en Balcarce, y también en Quilmes de Mar del Plata, donde trabajé con chicos en infantiles. En esos lugares vi cosas que nunca había hecho de chico y que me hubieran servido muchísimo. Ahí fue donde empezó a gestarse esta idea pendiente: armar un centro de entrenamiento para arqueros, para hacer todas 'esas cosas' que nos faltaron a nosotros".
UN TRABAJO
PLANIFICADO...
PERO SIN PERDER
EL DISFRUTE
EFEPA no es solo un lugar donde se ataja. Es un espacio donde se piensa el puesto de arquero de forma integral, respetando las etapas de crecimiento, entendiendo las diferencias entre edades y planificando cada sesión con seriedad, pero con espacio para la distensión. "Somos muchos, pero el entrenamiento sigue siendo individual. La planificación semanal no cambia, solo nos adaptamos a cada arquero según sus posibilidades, aptitudes y necesidades".
El cronograma está bien aceitado: lunes, técnica pura; martes, técnica combinada con físico; viernes, competencia y diversión. Así lo cuenta Mariano, con entusiasmo: "Los viernes hacemos desafíos, duelos, arco a arco, mano a mano y cerramos con nuestro juego estrella: el matador de arqueros, una adaptación propia del matador o quemado que jugábamos en la escuela. Es un clásico ya".
Y aunque el enfoque físico es fuerte -fuerza, zona media, pliometría, neurocognitivos-, hay algo que nunca se pierde: el disfrute. "El juego es clave. La competencia muchas veces inhibe o tensiona, así que buscamos que puedan usar sus herramientas técnicas en un entorno donde el error no tenga que pagarse con angustia. Que se siga compitiendo, pero sin presiones".
SER ARQUERO:
LA PRESIÓN, LOS ERRORES Y EL
PARTIDO QUE SIGUE
Mariano no es psicólogo, pero habla con la claridad de alguien que estuvo en el arco, pasó gloriosas victorias pero también duras derrotas, y aprendió que el puesto más expuesto necesita contención, confianza y herramientas mentales. "Es un lugar muy difícil desde la cabeza. Si no estás bien, si te caés al primer gol, podés seguir cometiendo errores. Con respeto a todos los demás puestos: el arquero es el más importante. Se puede jugar sin cualquier jugador, pero no sin arquero".
Con los chicos, el enfoque es siempre humano. "Tratamos de que recuerden que esto sigue siendo un juego. Si el delantero se equivoca, seguimos 0 a 0. Si el arquero se equivoca, muchas veces es gol y él queda como el villano. Intentamos que entiendan que el partido sigue. Que hay revancha en la próxima pelota. Que el error no los define. Que pueden reponerse". Y para Mariano, esa enseñanza, que parece futbolera, es también profundamente vital.
DE MESSI AL DIBU, CUANDO LOS CHICOS CAMBIARON EL ARCO POR LOS GOLES
El efecto post-Mundial fue tan evidente como hermoso. "Nosotros teníamos una matrícula de 20 a 25 arqueros entrenando. Pero el fenómeno Dibu lo cambió todo. Empezaron a llegar chicos que no tenían club, pero querían atajar. Las remeras con el número 23 se multiplicaron. Fue impresionante".
"Antes todos querían ser Messi. Hoy muchos quieren ser el próximo Dibu. Y eso es una alegría enorme. Porque el Dibu no solo ataja: se convirtió en un símbolo, en un modelo de arquero con personalidad, presencia y alegría. Eso inspira".
EFEPA también aprovechó ese crecimiento para convertirse en un nexo con los clubes de la ciudad. "Muchos chicos que llegaron sin club, los pudimos ubicar. Eso también es parte del trabajo: potenciar y acompañar".
SER PAPÁ Y
ENTRENADOR
Desde hace unos años, Mariano entrena arqueros con una perspectiva nueva: la de ser papá. Tiene una hija de cinco y un nene de uno, y eso transformó su vínculo con los chicos. "Antes ya me llevaba bien con ellos, pero hoy los entiendo mejor. Entiendo de qué canciones hablan, qué juegos juegan. Estar a la altura de esas cosas nos permite generar un vínculo distinto, más de confianza. Y eso es clave".
"Es muy lindo que te cuenten cosas de su vida. Que te hablen del cole, de lo que hicieron, de algo que les pasó. Nosotros estamos también para eso: ser parte del crecimiento de ellos más allá del fútbol".
LA EFEPA DEL FUTURO
Cada día de entrenamiento es una fiesta para Mariano. "Compartimos lo que más nos gusta. Siempre les digo que yo no tuve esta oportunidad cuando era chico, y que ellos entrenan como se merece un arquero. Eso hay que valorarlo".
"Tenemos un grupo fantástico. Chicos y chicas que se apoyan, que se ayudan. Y familias que están siempre, con frío o calor. La comunidad que se armó alrededor de EFEPA es lo que más me enorgullece".
Cuando llega a hablar de los que integran ese "nosotros", sus palabras salen con una mezcla de orgullo y emoción. "No puedo dejar de mencionar a los colaboradores de todos estos años. Mi viejo, Richard -bautizado así por los chicos- está desde el día 0. Sin él, esto no hubiera sido igual. También están Nico Montenegro, Enzo Iavagnilio y Leandro Puente, más conocido como Fabra. Todos ellos han sido parte de un proyecto que no para de crecer".
¿Y el futuro? Los planes no faltan. "Ahora estamos enfocados en renovar una parte del césped del predio. Queremos seguir creciendo y mejorando, y ojalá podamos hacer mucho más".
UNA CERTEZA BAJO LOS TRES PALOS
A nueve años del primer entrenamiento de EFEPA, Mariano Lauro sigue firme como arquero de este proyecto: parado, observando, conteniendo, enseñando. Y dejando en claro que atajar no es lo mismo que ser arquero. Lo segundo, como él dice, requiere herramientas, cabeza y corazón.
Por suerte, Balcarce ya tiene su escuela. Y tiene, también, a Mariano.