La cruda confesión de un adicto en proceso de recuperación: "Hoy estoy aprendiendo a vivir"

La cruda confesión de un adicto en proceso de recuperación: "Hoy estoy aprendiendo a vivir"

Daniel es hoy el coordinador de un grupo de Alcohólicos Anónimos, que desde Cáritas «San José» trabaja en comunión con otros grupos de la zona (ver Funciona en Cáritas…)

Es un adicto en proceso de recuperación que, luego de atravesar y arrastrar a todo su entorno al infierno en que lo sumieron el alcohol y las drogas, alcanzó a sentir la necesidad de buscar ayuda…y la encontró.

Su historia, como la de la inmensa mayoría de los que se aferran a las adicciones está atravesada por el espanto.

EL SUBMUNDO FAMILIAR

Nacido en la zona de la costa, desde muy chico pasó por todo tipo de tormentos

"Empecé a los doce años probando una "seca", esta enfermedad la traemos de muy temprano. En mi caso sufrí abusos, mi padre era una persona violenta, mi madre sobre protectora, en mi casa había pelas constantes y no me sentía pertenecer a mi familia. Cuando empecé a salir descubrí el alcohol y en él empecé a tapar todas esas cosas

Todo lo negativo lo empecé a usar para destruir y autodestruirme", narra sacudido por los recuerdos.

Ese fue el principio de todo. Su situación se fue agravando con el tiempo, llegando a cometer hechos de extrema gravedad con el único objetivo de contar con dinero para saciar sus necesidades

"A mi madre le gustaba el Bingo y llegué a darle plata para que fuera y aproveché su ausencia para desvalijarle la c asa", confiesa.

Con los años formó pareja y llegaron los hijos, pero lejos de ser una vía de escape a sus adicciones, los hundió a ellos en ese mundo de atrocidades.

"Trabajaba y antes de llevarle comida a mis hijos me compraba droga, mi mujer no tenía zapatillas pero yo le pagaba el asado a los amigos. Nunca escuchaba a los que me querían ayudar. No podía estar un día sin drogarme" comenta Daniel perjurando que nunca llegó a delinquir pero sí asume haberle robado a su propia familia.

RECUPERACION Y CAIDA

Hace ya varios años tuvo la capacidad de ver la extrema gravedad de su problema y buscar ayuda.

"Asumí que era un padre ausente, martirizaba a mi familia no escuchaba a nadie hasta que en un momento me dije, puede ser que esté enfermo. Sentía que estaba vacío por dentro emocionalmente, veía que podía perder a todos mis afectos y me interné en Florencio Varela y ahí descubrí que estaba haciendo algo por mí", comenta.

Estuvo 16 meses internado en una clínica y buscó luego la forma de encaminarse por la nueva senda, con un resultado nefasto…

"Estuve bien casi cuatro años. Pensé que estaba curado y me alejé. Estuve trabajando, me fui al sur pero recaí con una 'birra'. Siempre creí que podía manejar mi vida sin darme cuenta lo que pasaba. Me creía superior a los demás, le abrí la puerta a viejos amigos y todo se desmoronó. Dejé a mi familia me fui a vivir solo, no perdí el trabajo, pero sí todo lo demás. Cuando mi mujer quiso rehacer su vida me di cuenta que no quería dejarla, que no podía dejar que otro ocupara mi lugar. Vi que me había convertido en un esposo y padre ausente. Yo había estado bien y me daba cuenta que estaba otra vez haciendo todo mal pero no podía parar. Les vendía todo, hasta el colchón de la cama matrimonial, la bicicleta de mi hijo, pero no podía parar…. Eso duró tres años", narra casi asombrado de sus propias palabras para confesar el momento más doloroso de su vida.

"Una noche había tomado cocaína. Estaba duro; mi hijo se acercó a pedirme un abrazo y no pude dárselo, no podía moverme. Eso me hizo un click, tuve ganas de volarme la cabeza me di cuenta que mi vida no tenía sentido".

Eso lo llevó a una fugaz recuperación. Dejó el sur e incitado por un conocido se vino con su familia a Balcarce.

UNA NUEVA OPORTUNIDAD

"Estuve medio año bien, pero enseguida descubrí donde se vendía droga, es como un instinto…y volvía a recaer, no podía parar. Era, una vez más, ajeno a mi familia. Mis hijos tenían vergüenza de mí, me decían que parecía un zombie", asegura sosteniendo que ese fue el fondo del pozo en el que hacía años estaba cayendo.

"Me habían hablado en alguna oportunidad de Alcohólicos Anónimos y un taller de cuarto y quinto paso en Merlo y decidí probar. Llamé a un conocido me dijo que fuera, que había una casa de terapia de 24 horas. Le confesé la verdad a mi familia y me fui a dedo ese mismo día. Me recibieron, me dijeron como trabajan, no me juzgaron y empecé todos los trabajos, estuve cuatro meses, logré recuperarme y reencontrarme con mi familia", resume sobre su última internación.

"TRABAJO CON MI PRECARIA SOBRIEDAD"

Al preguntarle si se considera recuperado, lo niega de plano explicando: "Trabajo con mi precaria sobriedad, no me siento recuperado, pero trabajo día a día por lograrlo. Hoy recuperé a mi familia, a mis vínculos, tengo un buen trabajo, son grandes logros", agregando que aún tiene el miedo a recaer "pero trabajo con mis miedos".

Con respecto a su decisión de brindar asistencia a quienes desean alejarse de los flagelos de las adicciones Daniel explica: "Decidimos armar una guardia para decirle a la gente que se puede salir, el borracho ve mi enfermedad y yo veo la de él. Yo sé lo que les pasa a otros por haberlo vivido". Al respecto remarca que el trabajo se centra en la confianza y las emociones, siendo "para toda la familia" ya que es frecuente que sea el entorno del adicto el que demanda ayuda.

"Siento una enorme satisfacción de poder tender una mano" desliza para cerrar la charla con un "Estoy aprendiendo a vivir" que encierra un profundo mensaje de quien atravesó e hizo atravesar a su entorno todos los horrores y hoy quiere evitar que otros enfrente el mismo calvario.