Jorge Martínez: "El reloj de la iglesia es un patrimonio, darle vida significa mucho para mi"
Durante años, el reloj de la Parroquia "San José", al igual que el de las principales iglesias de cada ciudad, era el punto de referencia al momento de saber la hora. Hacia fines del siglo XIX y principios del XX, estas lujosas maquinarias llegaron a América convirtiéndose rápidamente en el centro de atracción. Eran la gran novedad, debido principalmente a que no todo el mundo podía acceder a ellas.
Con el tiempo, los avances de la tecnología las fue desplazando convirtiéndolas en reliquias. Para algunos, el reloj de la Parroquia resultaría ser un adorno que apenas goza de nuestra atención. ¿Cuántas veces alzamos la mirada hacia la torre del reloj para preguntarnos acerca de su historia?
Por fortuna, todavía existe gente que las considera una pieza esencial de nuestra ciudad que debe ser preservada y valorada. Uno de ellos es el relojero Jorge Martínez, que a mediados de los '80, con solo 20 años, se encargó de la restauración del reloj y de su posterior mantenimiento, que hasta el día de hoy continúa con gusto.
"En aquella época, mis 20 años no eran un escollo, así que hice el mantenimiento necesario, junto a mi padre y unos amigos, para darle vida al reloj, desde ese momento estoy encargado de que funcione", comentó Jorge Martínez a El Diario.
"El reloj estuvo unos años parado, en el año 1984 miembros de la Comisión de Obras Parroquiales me contactaron para que vaya a ver el reloj porque querían saber en qué condiciones se encontraba. Cuando lo vi noté que se conservaba bien, pero obviamente le faltaba mantenimiento y había muchos problemas para acceder, por las malas condiciones en que se encontraba la escalera. Estos inconvenientes hicieron que durante años el reloj no funcionase", relató Jorge,
El acomodado de bujes, el centrado de ruedas, la limpieza y pintado de las esferas. Jorge y su equipo realizó una labor minuciosa, recuperando todas y cada una de las piezas originales y haciendo que la maquinaria funcionase.
LLEGADA DEL RELOJ A BALCARCE
Si bien no está en claro en qué año llegó el reloj a la Parroquia, Jorge estima que se instaló durante las décadas del 30 y 40. "Primeramente en la mitad de la torre, antes de que ésta se termine de construir, pero no queda claro si funcionó ahí o en la ubicación donde está hoy", comentó Jorge. "El reloj es una máquina francesa, los fabricantes arrancaron cerca del año 1860 y estuvieron una década fabricando relojes de torre. Vinieron varios a América, esa fábrica en particular lo destinaba para las iglesias".
Jorge explicó que en raras ocasiones el reloj ha dejado de funcionar, pero solo por breves periodos de tiempo. "Recuerdo por ejemplo el temporal de los '90, en aquella época el viento hizo mover unas pesas que cayeron y rompieron la escalera, por lo que estuvimos un tiempo sin poder subir hasta su restauración. Tampoco pude subir a la torre en los años de pandemia, la mitad del período el reloj permaneció sin mantenimiento". Más allá de esas contadas ocasiones, Jorge siempre mantiene vigente la antigua maquinaria, sumando más de 1.000 ascensos a la torre del reloj.
El reloj se ubica a 30 metros de altura, en una de las torres de la Parroquia. Para acceder a él, es necesario subir por una escalera de 20 metros. El acceso cuenta con una pendiente pronunciada, pero su baranda mantiene seguro a cualquiera que quiera emprender el recorrido. "Cada diez días, hay que subir y levantar unas pesas que son las que le dan fuerza motriz al reloj. Lo hago con gusto porque a mí me mueve el deseo de mantenerlo y de conservarlo tal cual está".
CONSERVAR LOS MONUMENTOS
El relojero balcarceño sostuvo que para él es muy importante conservar estas reliquias en su estado original. "El reloj conserva las partes originales, está tal cual, solamente se cambiaron los cables de acero porque con el paso del tiempo se fatigan, pero son idénticos a los originales. La campana tiene una fecha de fundición, donde se ve grabado el año 1905. Estamos hablando de una pieza que tiene más de 100 años y que se puede ver desde varias cuadras de distancia".
En cuanto a la exactitud para marcar la hora, Jorge explicó que su configuración puede tener variaciones. "Los relojes están a expensas de variaciones por temas climáticos, por vientos, sobre todo. Los vamos regulando, pero siempre se tiene una exactitud aproximada a la ideal. Hoy hay muchos relojes en el país de este tipo, muchos no funcionan y otros los han modificado electrónicamente. Para mí eso es un crimen, porque dejan de funcionar tal como eran. Me gustaría que el día de mañana, cuando yo ya no pueda subir, lo haga otro. Es necesario adiestrar a alguien para que lo conserve. Se trata de una reliquia, un patrimonio de los balcarceños, y creo que hay que respetar los monumentos".
TRABAJOS DE ORFEBRERÍA
Martínez también tuvo la oportunidad de encargarse de un exquisito trabajo de orfebrería, su segundo oficio. "Hace siete años, cuando se realizó la Consagración de la Parroquia, el templo no contaba con candelabros en sus columnas. La gente de la iglesia confió en mí para que hiciera las cruces con los debidos candelabros, que son los que hoy lucen en las columnas del templo. Para mí es un orgullo, porque son trabajos propios que van a quedar ahí. Todo lo que pueda hacer por las cosas de Balcarce, siempre trabajando ad honorem, las hago con gusto".
EL OFICIO DE RELOJERO, SU PASIÓN
Desde hace dos décadas, Jorge está abocado a la fabricación de joyas, pero no descuida la relojería, una de sus pasiones en la vida.
"Mi padre fue relojero, así que nací entre los relojes, antes de cursar primer grado ya reparaba despertadores, así que imaginate. Esa vocación por los relojes la llevaba desde siempre. Si bien siguen saliendo nuevos relojes, desgraciadamente se va perdiendo el oficio. Existen escuelas de relojería, pero se concentran más en la relojería electrónica, somos pocos los que tenemos conocimiento de relojería mecánica, y eso te lo da la experiencia de convivir con estas máquinas".
"Darle vida a un reloj significa algo importante para mí. Siempre están buenos los avances tecnológicos, pero los patrimonios hay que conservarlos, hay que preocuparse por eso. He visto en Europa relojes bien mantenidos, pero hay otros que en lugar de tocar las campanas se escucha un sonido electrónico, esa mezcla no me gusta. Es algo que pasa con la arquitectura también, es una lástima que se pierda lo que se tiene. Hay que conservarlo y educar a los que vienen para que tengan un sentimiento de propiedad sobre las reliquias y amen lo nuestro. Uno cuando viaja a otra ciudad le gusta que los relojes estén funcionando, y con ese fin voy a seguir haciendo esto hasta donde pueda", concluyó Jorge.