100 años de "Rapacini": la historia de la farmacia que acompañó a generaciones de balcarceños

100 años de "Rapacini": la historia de la farmacia que acompañó a generaciones de balcarceños

La Farmacia "Rapacini" es una auténtica joya del patrimonio balcarceño, que abre sus puertas a diario como local y también, por qué no, como museo. Con sus más de 100 años de historia el edificio conserva, con algunos retoques en su fachada, su aspecto original. Exhibiendo en la esquina de calles 15 y Avenida Gonzales Chaves, ese toque de antaño, una pieza histórica de nuestra ciudad. El Diario se acercó hasta la droguería para dialogar con su actual dueña, Alejandra Rapacini, quien relató la historia de su fundación. Fue su abuelo, Don David Samuel Rapacini, quien inició con el legado y hoy, 100 años después, su nieta continúa honrando la memoria de su familia.

UN POCO DE HISTORIA

La farmacia "Rapacini" se fundó un 23 de junio de 1923, en la casa de la familia ubicada en la calle 18 entre 11 y 13. Don David Samuel Rapacini, su fundador, comenzó con su trabajo a los 23 años, recién recibido de bioquímico farmacéutico. Después de unos años, la farmacia se mudó a la esquina donde actualmente se encuentra el local “El Trencito de Miguel”. Aquel edificio tenía un piso de madera, una resolución del Ministerio de Salud exigía que las farmacias debían tener piso de mosaico, ya que debían ser impermeables. Por esa razón Rapacini compra una propiedad que pertenecía en aquella época al doctor Astelarra, que se encontraba en la esquina de calle 15 y Avenida Gonzales Chaves, para mudar nuevamente su farmacia, la cual funciona en ese mismo lugar hasta hoy. “En aquella época, en las farmacias se hacían análisis químicos, aparte de lo que se elaboraba en frascos, funcionaban como un laboratorio”, explicó Alejandra.

Samuel Rapacini fallece en 1967, por lo que su hijo, Jorge, se hace cargo de la droguería. “Él no era farmacéutico, así que contrató farmacéuticos para que trabajen en la farmacia. Por allí pasaron Ana María Hernandorena, Luis Benítez Castro, hasta que abre su propia farmacia y Ana Mercado”, comentó Alejandra. A los 27 años, la farmacéutica se hizo cargo de la dirección técnica de la farmacia. “Al local vienen hijos y nietos de los clientes originales de mi abuelo, una clienta una vez me dijo ‘yo tengo el recuerdo de chiquita, que cuando me acercaba al mostrador tenía que mirar hacia arriba para ver a tu papá porque era demasiado alto’. Por fortuna tenemos muchas generaciones de clientes que han seguido acompañándonos en la farmacia”, mencionó con una sonrisa.

“Sobre todo nos acompaña mucha gente de campo. En el año en que mi abuelo fundó la farmacia, el acceso al médico era más difícil, sobre todo para la gente de campo que quizás venia un fin de semana o salía cuando no llovía y no se les dificultaba el viaje. En aquella época el farmacéutico hacía el papel de médico, además de bioquímico; cumplía las tres funciones. La gente de campo siempre nos ha acompañado, porque tienen el recuerdo de mi abuelo ayudándolos con los animales o las enfermedades de algún familiar. Sus hijos y nietos siguen teniendo ese buen recuerdo de la farmacia y continúa viniendo y acompañándonos. Es muy lindo escuchar cuando me hablan de mi abuelo y mi abuela, que estaba siempre adelante del mostrador. Mucha gente todavía no puede creer que pasaron 100 años”.

SU EDIFICIO, DECLARADO DE INTERÉS HISTÓRICO

Alejandra indicó que la farmacia Rapacini fue declarada de interés histórico por la provincia de Buenos Aires, un decreto que exige que el edificio mantenga su aspecto original. “El frente es el original, porque es histórico y no se puede tocar, pero todo lo que pertenece al interior de la farmacia lo hemos ido remodelando con los años. El paso del tiempo hizo que los pisos comiencen a levantarse producto de las raíces de los árboles, así que tuvimos que acomodar todo. Lo mismo con las paredes que también son muy antiguas, son cosas que si o si tenés que ir arreglando”.

EL DESAFIO DE HONRAR EL LEGADO

Alejandra cuenta que eligió su profesión admirando a su abuelo. Tal es así que todavía se conserva en los depósitos de la farmacia el libro recetario original, con firma del 23 de junio de 1923. “Acá se anotaban todos los números de recetas, con el nombre del médico y los preparados que se hacían. Si bien hoy el sistema es el mismo, porque se pasan todos los medicamentos con receta archivada, los preparados no son tantos como en aquella época”. Alejandra muestra estantes llenos de frascos en donde se almacenaban los químicos, tubos de ensayo, antiguas pesas y demás reliquias. En una de las paredes del interior de la farmacia, la familia Rapacini exhibe un retrato de Don Samuel. “Yo, al igual que mis hijos, me crié en la farmacia, jugamos y crecimos acá. Nuestro trabajo es de ocho horas, pero los días que estamos de turno es de 24, este fue su ambiente desde chicos”, agregó.

Los farmacéuticos que hoy acompañan a Alejandra en el día a día son Gabriel Berazueta, Cintia Segura y Oscar Segura. “Somos poquitos, por eso el ambiente de trabajo es súper cordial y cómodo. Nos apoyamos en situaciones difíciles, somos una familia. Y ese contacto también la tenemos con los clientes, ellos nos preguntan por nuestras familias e hijos, están pendientes de cómo estamos siempre. Al no tener el movimiento de otras farmacias grandes contamos con esa cercanía, a pesar de que estamos ubicados en el centro somos una farmacia bien de barrio”, mencionó Alejandra. “Y no solo eso, recibimos mucha gente que no es de Balcarce y que pasa por esta calle para entrar en nuestra farmacia”, añadió.

“Es una profesión que generalmente se sigue en el tiempo, la mayoría tienen padres o familiares con farmacia. Hoy contamos con un sistema en donde es muy complicado abrir una nueva farmacia. Por ley, en la provincia de Buenos Aires se abre una farmacia de acuerdo a la cantidad de habitantes y se distribuyen con una distancia de 300 metros para que no puedan estar juntas. Eso es para que el acceso al medicamento de la población sea más fácil. Eso también hace que, como es difícil abrir nuevas farmacias, por lo general los chicos estudien porque sus familiares tienen farmacia”.

LOS MESES DE PANDEMIA, LA ÉPOCA MÁS DIFÍCIL

“En la época de mi abuelo se preparaba todo en los frascos, además era un material de uso permanente, por eso se rompían o astillaban. Todavía se prepara alguna crema o cápsula, pero se va perdiendo. El farmacéutico está preparado para elaborar, durante los meses de pandemia no se conseguía alcohol en gel, en ese tiempo su uso era lo ideal porque permanecía más tiempo en las manos, a diferencia del alcohol en spray. A mí me gusta mucho elaborar, pero fue una época difícil. Primero porque cuesta que las personas se lleven un producto elaborado, muchos prefieren marcas específicas. Después la demanda de alcohol en gel empezó a subir, la pandemia fue terrible para nosotros. Nuestro trabajo era esencial por lo que no podíamos parar, trabajábamos con horarios de corrido, a partir de las 4 de la tarde las colas en las veredas eran larguísimas. Además de la demanda de antibióticos y otros medicamentos”.

A través de todos estos años, la Farmacia Rapacini creció de manera sostenida y supo ganarse un lugar importante en el seno de la comunidad, fruto del trabajo y el esfuerzo de sus dueños y sus empleados, quienes constituyen una gran familia. Hoy, 100 años después, Alejandra, Gabriel, Cintia y Oscar continúan con el legado de Don Samuel Rapacini.