Más que un guardián de la frontera, un vecino en quien se puede confiar

Más que un guardián de la frontera, un  vecino en quien se puede confiar

El Diario se acercó hasta Escuadrón de Seguridad Vial de Gendarmería para dialogar con el nuevo Jefe de Unidad, el Comandante Roberto Zamora, quien compartió detalles acerca de su vida, su carrera en la fuerza, su relación con la ciudad de Balcarce y el significado del ser gendarme, vocación que lo acompañó desde muy pequeño.

Zamora se crio entre gendarmes, supo desde muy pequeño que su destino estaba ligado a la fuerza. Su padre es un Suboficial Mayor retirado hace ocho años de la fuerza. «Mi primer memoria de la gendarmería es en un pueblo llamado Maitén, en Chubut. En ese lugar, justamente en una Unidad de Gendarmería, nació mi hermano. En ese pueblo cursé hasta cuarto año de la Primaria, hasta que a mi padre lo trasladaron hasta Uspallata, Mendoza. Allí completé el resto de mis estudios, primarios y secundarios».

Nació en Godoy Cruz, pero creció entre pueblos ferroviarios mendocinos como «La Cueva» o «Polvareda». «Son pueblos muy chiquitos que están en medio de las montañas. Fue mi mejor época, me crié prácticamente entre gendarmes, comía con ellos, jugaba al fútbol o al ping pong». Zamora fue el único de los tres hermanos que continuó el camino de su padre. «Era lógico que iba a terminar siendo gendarme».

SUS AÑOS EN LA ESCUELA DE CADETES

El mendocino de 46 años ingresó en la Escuela de Gendarmería Nacional «Gral. Martín Miguel de Güemes» en 1997, allí compartió sus años de cadete con Raúl Alfredo Romero, a quien el destino quiso que lo reemplace como Jefe de Gendarmería en Balcarce. «Somos compañeros de promoción, hicimos los tres años  de cadetes juntos, hasta 1999, año en que nos recibimos. También compartimos algunos cursos durante el transcurso de la carrera», comentó Zamora, que ya lleva 27 años de servicio cumplidos.

«Éramos civiles que salían de la secundaria y se encerraban durante tres años en la escuela de cadetes. El primer mes es el periodo de adaptación, y lo entendí al poco tiempo porque te adaptas o te vas a tu casa. De 250 que entramos en esa promoción solo egresamos 50. Todos los días se iba gente, la mayoría por el desgaste físico y psicológico. Si bien yo tenía conocimiento de lo que es la vida de gendarme, no es lo mismo verlo a mi papá que vivirlo». Zamora indicó que de los tres años como cadete, solo volvió seis veces a su hogar en Mendoza.

«La presión es más que nada psicológica, tenés que acostumbrarte a que te priven de tus cosas, al trato, los gritos, el reto, la subordinación. La mayoría no está acostumbrado a eso, a nadie le gusta que lo manden, es algo que traemos innato. «En la primera semana se fueron 50, y al terminar el primer mes se habrán ido 140. En esa época la exigencia física era mayor que en la actualidad, con los años la escuela cambió, ahora está más volcada a la enseñanza académica».

«Hay un montón de vivencias que nunca las habíamos experimentado antes, como el hecho de compartir un baño entre diez personas, sin puertas. Una vez que vencés todo eso la escuela se vuelve muy rutinaria, tenés el camino muy marcado, pero hay que pasar esa etapa. Pero todas esas cosas te preparan para enfrentar situaciones límites, que nos exigen estar claros y firmes a la hora de actuar.

PRIMEROS DESTINOS

Su primer destino fue el norte, en la localidad de San Ignacio en Misiones, al cumplir su servicio fue trasladado al sur, precisamente a la ciudad de San Martín de los Andes, donde nació su hijo. Durante su carrera ha custodiado diferentes fronteras, como la de Tartagal, Salta y en pasos internacionales en la Patagonia. «Tiene sus conflictos como por ejemplo los cortes de ruta, el clima, los accidentes viales. En el norte se ve mucho narcotráfico, contrabando, trata de personas, son situaciones complejas», relató.

«Es normal en una fuerza como Gendarmería que los traslados sean tan distantes, lo mismo con el Ejército, al contrario de lo que pasa con la Policía por ejemplo. Una vez que ingresamos a la fuerza, uno de los compromisos que se firman es la disponibilidad para estar en cualquier parte del país el tiempo que se requiera. Los jefes terminan su función en un  lugar a los dos años, con posibilidad de un tercero pero es algo excepcional. El resto de los oficiales tienen un máximo de cinco años para permanecer en un destino, después tienen que rotar. Los que tienen un poco menos de movilidad son los suboficiales, más que nada porque al dejarlos siete, ocho o diez años en un lugar ya cuentan con su casa y su vida armada, moverlo es un despropósito. Se tiene en cuenta la situación de cada suboficial, por eso muchos ya llevan muchos años acá en Balcarce».

DE MORÓN A BALCARCE

La ciudad de Balcarce es la mudanza número 14 para el Comandante Zamora, luego de cuatro años de servicio en el Conurbano Bonaerense. Previamente cumplió funciones en la Escuela de Oficiales de Gendarmería «Martín Miguel de Güemes», de allí se trasladó a un destacamento móvil, encargados del despeje de las rutas, y finalmente ingresó al Operativo Centinela 2 del Conurbano. «Allí permaneció cumpliendo servicio dos años en Monte Grande y otros dos en Zona Oeste, en las localidades de Morón, Merlo, Ituzaingó, San Martin y Tres de Febrero.

«El contraste con Balcarce es inmenso. Primero en lo profesional, porque en el Conurbano estaba a cargo de 600 efectivos y acá somos 100. Y en cuanto al ámbito laboral también es muy grande la diferencia, no se puede comparar Balcarce con Merlo por ejemplo, es un lugar complicado. Todavía no puedo sacarme la costumbre de estar mirando para todos lados, esperando que pase algo, fueron cuatro años muy intensos y preocupados por un montón de cosas, desde el ruido de una moto hasta el movimiento de un árbol. En esos lugares el rol del gendarme es muy diferente al que tenemos en Balcarce, somos efectivos de seguridad ciudadana. Cumplimos la misma función que la Policía y colaboramos con el resto de las fuerzas provinciales y federales, desde intervenir en arrebatos en la calle hasta combatir el narcotráfico».

Zamora afirmó que Balcarce es su primera experiencia en un Escuadrón de Seguridad Vial, la protección de rutas nacionales es la función primordial de un gendarme. Siempre le tocó trabajar lejos de su ciudad en Mendoza, lo más cercano que estuvo de Godoy Cruz fue en Jesús María, a 700 km. Hoy a su vez se encuentra distante de su hijo, que vive en la localidad bonaerense de Mercedes. «Es muy similar a la forma de vida de Balcarce, por eso se quedó encantado con esta ciudad. Por la tranquilidad, el poder salir a cualquier hora, es otro tipo de vida».

«Cuando llegamos con mi hijo a Balcarce dijimos ‘qué hermoso lugar’, no solo por lo estético, porque es bonita y pintoresca, sino por la tranquilidad, me siento cómodo. Que la gente te salude, entrar a un negocio y ponerte a charlar. En estos cuatro años había perdido esa cercanía con la gente, hoy camino por la calle y parece que hace meses que estoy acá, y solo llevo una semana. La calidez que tiene la gente de acá fue lo que más me llamó la atención, hoy me doy cuenta que extrañaba eso».

LA VOCACIÓN DE SER GENDARME

«Esta profesión es 90% vocación, y el 10% restante tiene que ver con la necesidad de tener un trabajo. Lamentablemente hemos tenido unos años que, por la necesidad de incorporar mucha gente, dejamos de analizar, al momento de ingresar, gente si era por vocación o por la necesidad de trabajo. Por eso se fue mucha gente, porque es una profesión que tiene particularidades, se siente o no. Es muy diferente para el que no tiene la vocación soportar los diferentes destinos, horarios, guardias de 24 hs. día por medio o que no existan los fines de semana, es un régimen complicado de llevar», afirmó Zamora

«Todos los trabajos tienen sus exigencias, pero este tiene algunas particularidades. Como por ejemplo las limitaciones en el presupuesto, comodidades, hay gente en el norte en donde en su lugar de trabajo tiene piso de tierra, que no tienen agua o tienen luz seis horas al día gracias a un generador. Ahí realmente trabaja el que le pone ganas y le gusta ser gendarme, de lo contrario se terminan yendo. El que llega a un Escuadrón sabe que necesita contar con la unión de todos para poder mejorarlo», continuó.

«Yo cuento con la ventaja de saber con qué me voy a encontrar en este Escuadrón por mi relación con Romero. Todo lo que me vino adelantando lo comprobé en esta semana. Hay un buen grupo de gente, trabajan en equipo, son muy unidos y están bastante aceitados. Solo es cuestión de dar algún lineamiento que sume pero que no modifique lo que se está haciendo en la ciudad, si algo funciona bien no hay necesidad de cambiarlo. Lo que quiero sumar es que cada vez que salgamos a la ruta, poder dar vueltas por el centro y los barrios periféricos con las luces encendidas. No estamos haciendo seguridad ciudadana, pero sirve como prevención, es una forma de devolverle a Balcarce lo que le ha dado a los gendarmes».

«Ser gendarme es la necesidad interna de servir y de sentirnos útil. Lo que nos llena no es recibir una felicitación de la superioridad, ni siquiera del Estado, lo que nos gratifica es el contacto con el pueblo. La esencia del gendarme es ser buena persona y un buen integrante de la comunidad, en todo sentido. Es importante el contacto con la gente, el respeto, que nos identifique como alguien en quien se puede confiar. Tenemos que ser referentes en una comunidad pero en el buen sentido, no porque tenemos poder. Otra de las características del gendarme es esa necesidad de ir a un lugar donde rara vez haya ido alguien más. Meternos 100 kilómetros adentro de un monte y ver en que podemos asistir a la gente, esa es nuestra esencia. Considero que los gendarmes no debemos perder nunca la humildad y la calidad humana, más allá de lo profesional», finalizó Zamora.