La noble tarea de sembrar cultura a través de las palabras
Los poetas logran, con una amplia galería de recursos, explorar el lenguaje como ningún otro para evocar de manera elegante palabras poco conocidas. Para Liliana Espósito Agüero, escribir es el don de expresar los sentimientos y acontecimientos de la vida. Un viaje al interior que busca expresar con palabras aquello que se distancia de la comunicación convencional.
El Diario se acercó hasta la casa de la escritora, para conocer más acerca de la esencia de la poesía y de qué manera transciende en cada uno de nosotros. Desde hace años, Liliana se encarga de llevar adelante una iniciativa que en cada edición despierta curiosidad en los balcarceños, la «Gran siembra de libros».
«ESTE LIBRO NO SE VENDE NI SE REGALA, SE SIEMBRA»
«La siembra de libros la conocí hace muchos años, es algo que se hace a nivel internacional. Consiste en un acto muy simple y generoso, entregarle un libro a alguien que no conocemos. No se trata solo de dar un libro, sino de entregar algo más profundo, como la cultura. Así fue que tomé la iniciativa de juntar libros con mis canastos, porque si se trata de siembra, que mejor que cosechar llevando un canasto», señaló Liliana.
La poeta indicó que antes de comenzar con la siembra se propuso hacerlo de manera diferente a lo que había visto en otras partes del mundo. «Busqué libros de mi biblioteca, algunos míos y otros que me habían obsequiado. Considero que los libros no tienen que estar estáticos, tienen que seguir su camino. Los libros llenos de polvo no representan nada, solo son lomos con nombres y títulos», afirmó.
«La siembra consiste en que yo te ofrezco el libro, si vos lo querés te lo cedo pero debes entregárselo a otra persona una vez que lo lees, así se forma una cadena. Todo el que recibe el libro va a leer en su interior: ‘este libro no se vende ni se regala, se siembra’. Hago todo esto porque considero que la cultura es el crecimiento de los pueblos. Por eso elegí un lugar que representa a Balcarce y que trascendió a nivel mundial, como lo es el frente del museo Fangio», comentó la escritora balcarceña.
«Ahí llevé mis canastos, con mucha ilusión, a la gente que pasaba. La mayoría me observaba de manera particular, un poco por mi vestimenta, quizás por mi sombrero», relató con una sonrisa. «Pero más que nada yo creo que se sorprenden porque piensan que los libros tienen un valor… pero no, la idea es que se compartan para que la cultura siga rodando», agregó Liliana.
EL PODER DE LAS PALABRAS
Los libros siempre han mantenido a Liliana con la mente abierta. «Creo que hay que leer todo tipo de textos, ya sean libros, diarios o revistas. No hay que escatimar, hay que ser amplios. Después uno coloca en la balanza aquello que le interesó y lo que no le dejó nada positivo. Yo soy de los que creen que el autor siempre te deja algo positivo, porque aunque no quiera, se involucra y pone mucho de sí mismo».
Liliana está convencida de que los libros siempre dejan un gran aprendizaje. «El escritor debe utilizar el lenguaje para algo interesante pero también debe hacerlo con responsabilidad. Por ejemplo, cuando escribir un texto que tiene relevancia histórica y no estas siendo objetivo, le estás mintiendo al lector. Tenés que ser muy cauteloso, porque dentro de esa historia se pueden agregar textos o versiones que no se corresponden con lo que pasó realmente», aseveró.
«A las palabras no se las lleva el viento, hay que usarlas con cautela, y más cuando ese texto puede modificar la opinión del otro. Las historias la cuentan los que ganan, pero también hay que escuchar a los que no han podido lograr la victoria, siempre hay que atender a las dos versiones», explicó.
EL DON DE SER LIBRE
Liliana es una fiel creyente en Dios, y tiene la certeza de que cada uno de nosotros lleva consigo un don que Él nos dio. «Hay personas que hacen cosas maravillosas que quizás no se ven, y eso es muy valioso. Creo que Dios me dio la posibilidad de que mis padres me dieran libertad de ser, de poderme explayarme y crecer. Recuerdo que desde muy joven iba a la biblioteca Pizzurno y me reunía con otros escritores. Allí estaba yo, con mi grabador de cinta y mis poemas, que los leía mientras escuchaba mi música, ante la mirada atenta de los adultos. Que se sorprendían al ver a una nena de 14 años expresándose con tanta libertad. Un día mi papá me dijo que si me gustaba lo que hacía, que lo siguiera haciendo. Creo que ese es mi mayor don, el poder hacer lo que me gusta. Hoy tengo otra responsabilidad, porque cuando logras incursionar en la escritura te estás comprometiendo. No se trata de decir simplemente lo que se te ocurra, sino de hacerlo con conocimiento y mucho cuidado».
«Con la poesía podés manejarte surfeando en sentimientos, pero hay otros lugares en donde tenés que ser más cauteloso. Además de escribir poemas también dicto ponencias, y ese es un terreno que tenés que transitar con más cuidado. Es necesario incluir referencias de libros o citas de otros autores, para no incurrir en un plagio», aclaró.
Por último, Liliana reconoció que, si bien la pone feliz ver que a otra persona le interesa su trabajo, escribe por placer propio. «Los trabajos primero me tienen que interesar a mí, no escribo para los demás, lo hago porque amo escribir y necesito crear. Si yo puedo lograr que a la otra persona le guste mi trabajo me pongo feliz, pero escribo porque lo necesito. Porque siento interiormente que algo fluye en mi interior y lo tengo que plasmar, no lo puedo tapar, esa fuerza te exige a seguir escribiendo. Lo que escribo, ¿podrá ser comprendido, podrá vender más? No lo sé, pero puedo ser yo», afirmó la poeta. «Las palabras no son ni buenas ni malas, todo depende del sentido que le damos. Podemos hacer el bien pero también mucho daño. Por eso siempre digo que si podés ayudar con la palabra, ayudemos. Y si mis libros pueden hacerlo, bienvenido sea», agregó.