Distinguió la Legislatura porteña al científico balcarceño Adolfo García
En el siglo XVI, Descartes creía que la mente y el cuerpo eran entidades separadas, algo que las actuales neurociencias refutan ampliamente. Parte de la evidencia científica que permitió rectificar esta creencia errónea ha sido producida en Argentina, gracias a la labor del balcarceño Adolfo García, y su colega Agustín Ibáñez, investigadores del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional (Incyt, de triple dependencia: Conicet – Ineco - Fundación Favaloro).
Estos expertos partieron de la idea de que las expresiones lingüísticas que aluden al movimiento (por ejemplo, palabras como ‘saltar’, ‘correr’ y ‘aplaudir’) se comprenden y se producen mediante la activación específica de los cerebrales que permiten realizar físicamente esos movimientos. En esa línea de pensamiento, los investigadores propusieron que la relación entre tales expresiones lingüísticas y los circuitos motores puede ser tan íntima que ofrecería claves respecto del nivel de deterioro cognitivo en pacientes con patologías motoras.
Dicho de otro modo, y como demostraron en numerosas investigaciones publicadas en revistas científicas de primer nivel internacional, la capacidad (o la dificultad) para comprender y producir estas expresiones podría ser un indicador de la integridad (o el deterioro) de los circuitos cerebrales que permiten realizar movimientos.
IMPORTANTE DISTINCIÓN
En virtud de estos notables avances científicos, la labor de García e Ibáñez en esta temática, que cuenta con más de seis años de desarrollo, llevó a que la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires los reconociera en virtud del interés científico de sus estudios sobre déficits lingüísticos como posibles marcadores de la enfermedad de Parkinson.
Dicha distinción destaca la productiva y original labor de García e Ibañez en la intersección entre las ciencias del lenguaje, la neuropsicología y las neurociencias cognitivas.
Feliz por este nuevo reconocimiento, el investigador balcarceño, entrevistado por El Diario, sostuvo que «se han registrado varios avances que se ven reflejados en múltiples publicaciones que demuestran que distintas dimensiones del lenguaje parecen ser índices bastantes sensibles del estado de las afecciones cerebrales propias de la enfermedad de Parkinson y otras patologías motoras, como la ataxia y la enfermedad de Huntington».
Cabe señalar que, el año pasado, García e Ibáñez lideraron un número especial de la prestigiosa revista Cortex, en la que reunieron a expertos de más de diez laboratorios de distintas partes del mundo para llevar a cabo la primera evaluación sistemática y multicéntrica de su promisoria hipótesis.
Está claro que cuando una persona lleva a cabo una tarea lingüística (por ejemplo, cuando produce o comprende palabras y enunciados) pone en juego una serie de circuitos cerebrales.
Explica detalladamente García que «algunos de esos circuitos cerebrales cumplen un papel específico en ciertos aspectos del lenguaje, por ejemplo, en el aprendizaje de ciertos tipos de palabras específicas, significados y estructuras sintácticas particulares».
Bajo la hipótesis de que algunas de las regiones cerebrales que se ven afectadas por el Parkinson participan de estas funciones, García se preguntó: «¿No podremos usar tareas lingüísticas sobre esos aspectos del lenguaje para detectar si esos circuitos cerebrales están afectados?».
BUSCANDO RESPUESTAS
Para encontrar respuestas, García e Ibañez llevan a cabo desde hace unos seis años un intenso trabajo. «Los resultados que tenemos en varias publicaciones en revistas de nivel internacional apuntan fuertemente en ese sentido. Incluso tenemos algunos trabajos que muestran que personas que aún no tienen Parkinson muestran mutaciones en genes que les confieren una alta vulnerabilidad para desarrollar la enfermedad. Se trata de jóvenes que están sanos pero que sabemos por su perfil genético que en 30 ó 40 años pueden desarrollar la enfermedad. En esta población hemos encontrado algunos déficits específicos en los mismos aspectos del lenguaje que se ven afectados en los pacientes ya diagnosticados», explicó.
Remarcó de inmediato que las formas en que una persona comprende o usa el lenguaje le permite poder encontrar indicios acerca del estado de ciertos circuitos cerebrales y con esa información establecer marcadores tempranos de esta enfermedad particular.
NUEVA ETAPA
Mientras la investigación prosigue, agrega García que se está ingresando en una nueva etapa de la planificación que está relacionada con la utilización de textos más «naturales» que implican un contexto y una concatenación de información en un marco de coherencia y cohesión textuales. «Estamos tomando datos en distintas provincias de Argentina y también de Chile y Colombia. Es una línea que está en crecimiento y ojalá nos permita obtener nuevos y más robustos resultados en los próximos años», dijo a El Diario.
En este sentido, la distinción recibida por ambos investigadores pone de relieve el impacto social que ya comienzan a tener sus aportes científicos.
