Sergio Ródriguez: la naturaleza del relato, entre lo real e imaginario
El viernes pasado la obra “Augusto”, del escritor balcarceño Sergio Rodríguez, fue seleccionada por el Instituto Cultural Latinoamericano como finalista en la categoría narrativa en el 79° Concurso Internacional de Poesía y Narrativa con filial en Junín. “Participaron 3.450 cuentos de todo el mundo y entre ellos está seleccionado “Augusto”, el grupo de obras van a formar parte de una antología, un libro que se publica todos los años”, expresó Rodríguez a El Diario. Además, competirán por los cinco primeros premios, que son medallas y reconocimientos que se van a entregar el 1 de abril. El premio mayor consistirá en la edición de un libro individual de 64 páginas, 100 ejemplares, diploma y trofeo en poesía y narrativa.
“’Augusto’ es un cuento autorreferencial que transcurre en el Hospital de Balcarce. Comienza con uno de mis incidentes cardiacos, yo me encontraba solo en mi camioneta, en una estancia camino a Mar del Plata frente a la estación terrena, no tenía forma de manejar ni de salir, o me moría o vivía. A raíz de esa experiencia traigo a mi hijo Augusto al relato”, señaló el escritor.
Rodríguez comentó que a su hijo lo mataron hace 22 años mientras continuaba sus estudios en Tandil y alguien lo chocó con su camioneta. “Él es quien me pasa a buscar por la caja de la camioneta, pero al tratarse de mi hijo muerto la pregunta que me hago en el relato es: si estoy vivo o muerto. Si me pasara a buscar cualquier otra persona diría que sigo vivo en esa camioneta, pero en el caso de Augusto dudo. Cuando llegás a esos estados límites se mezcla la realidad y el sueño, como en las pesadillas. Una situación así es en lo que transcurre en el cuento Augusto. Es un viaje imaginario de vida o muerte con mi hijo”, explicó Sergio.
EL RELATO
Rodríguez señaló que normalmente escribe relatos cortos, “no tengo paciencia para escribir novelas. Yo me crié con los relatos de campo, con el asado, ahí siempre había alguien que contaba una historia y le agregaba algo, le daba matices. Todo eso es lo que a mí me gusta, la oralidad que traemos de nuestros ancestros. Siempre lo conté pero nunca lo había volcado en un papel, hasta el año pasado”.
Sergio contó que en su adolescencia trabajó mucho en el campo, en donde es muy común sentarse a la noche alrededor del fogón a escuchar relatos. “Al no tener acceso a la radio o la televisión, muchos nos nutrimos de los relatos para saciar nuestra curiosidad. Además, mi mama era maestra, muy intelectual y leída, ella fue mi motor para meterme en la lectura. El que no lee no escribe, porque te quedás con ese puñado de palabras y con eso solo no basta. Los matices, los modos y las acciones los desarrolloyé a través de la lectura. Ahí aparecen los grandes maestros que a cada uno nos han forjado, en mi caso García Márquez, Mark Twain o Nietzsche. Soy un gran lector y eso me permite escribir mis historias”, sostuvo el escritor.
“El primer libro que escribí fue por el negro Aguirre ‘El perro blanco y los demonios’, esa fue mi forma de expresar mi bronca por su muerte, porque él era muy amigo mío. Ese cuento, que lo presenté el año pasado y salió tercero en un concurso en México, le gustó a la gente y eso me incentivó a seguir participando en este tipo de certámenes”, manifestó Rodriguez. También recibió un reconocimiento en el último concurso celebrado en el microcine del museo Fangio organizado por “Kemkem”, donde también obtuvo un premio por su relato. “Un escrito que toma un hecho de la realidad, a Fangio trabajando en Mechongué en el taller donde aprendió mecánica. Mezclado con la fábula, un encuentro entre el corredor y un bandido rural”, agregó.
ENTRE LA REALIDAD Y LO FICTICIO
“El género fantástico es mi preferido, me gusta esa sensación de estar leyendo un relato y no saber si es real o no lo que te están contando. Ese tipo de relato me llama mucho la atención, en mis escritos me baso en un hecho real y lo hago cuento y allí me tomo las licencias. Normalmente muevo desde una anécdota o algo que me contaron y le empiezo a meter mi impronta”, puntualizó el balcarceño.
“Empecé a escribir hace un año, todavía me falta camino por recorrer, pero siempre creí que podía escribir. Al principio escribía por mí, no es casualidad que en el primer cuento hablo de la muerte de un amigo y en el tercer cuento hablo de mi hijo fallecido. Ahí hay algo, de alguna manera me estoy psicoanalizando y encontrando algo en mí. Para mi es liberador, me siento más liviano, mas pleno después de escribir”, confesó.
“Una vez que escribo lo que siento le voy dando forma, es el trabajo posterior a la inspiración. Me fijo en el ritmo del relato, la gramática, los giros idiomáticos. En mi caso, la estructura de los cuentos cortos es dura, porque yo puedo escribir un cuento de 100 palabras y no me puedo dar el lujo de ser muy descriptivo, no hay respiro y esa es la única forma de escribir un corto”.
En cuanto a si tiene la intención de visitar otros géneros, como por ejemplo la novela, Rodríguez manifestó: “Todos queremos de alguna manera trascender, que nos mimen o nos quieran, que reconozcan que lo que hacemos está bien hecho. Pero no quiero apurarme, yo empecé a competir con estos tres cuentos porque me quería probar, quería medirme y saber dónde estaba parado. Por lo menos sé que alguien lo lee y lo aprecia, y eso a mí ya me basta. En este momento me quiero poner a escribir, tengo varias ideas para desarrollar”.
EL FUTURO DE LA LITERATURA
“Hoy en día hay más gente que escribe que la que lee. Creo que hay que respetar a la palabra, que va desapareciendo, se va deformando y los paradigmas se van corriendo. En mi pueblo cuando había un evento se invitaba a la directora y maestras de la escuela, al médico, al cura, al intendente, no solamente porque eran autoridades sino porque sabían. Hoy el que sabe es Google, no la maestra. Los nuevos paradigmas van a llevar a que las maestras no van a ser tan formadas en didáctica o pedagogía, sino que van a ser buscadoras”, afirmó Rodríguez.
“Hoy tenemos una herramienta como Google pero no todos la saben usar y yo creo fervientemente que con el tiempo vamos a ser hijos de la computación y la tecnología, pero tenemos que esforzarnos por mantener vigente el papel y la lectura. Tratar de perpetuarlo en el tiempo hasta donde se pueda, desde la primera imprenta hasta hoy. Ojalá yo no vea el fin, y sea dentro de miles de años, pero la lucha por mantener la palabra en nuestro idioma creo que es una tarea que yo acepto, es un desafío tratar de mantener el valor de la palabra. Como forma de comunicación y como forma de vínculo, que va desapareciendo. Hoy estamos hiperconectados, pero ¿cuándo fue la última vez que comimos un asado con nuestros amigos? Mi lucha es tratar de escribir para ser leído, porque en definitiva lo que le da valor a esto son estos simbolitos que llamamos letras”, finalizó.