Horacio Ros: «El balance es recontra positivo, como experiencia de vida es genial»
Con la intención de buscar nuevos rumbos y sumar experiencia a su vida, Horacio Ros inició su periplo por el viejo continente en España en 2005 y concretamente en Málaga, donde viajó para iniciar actividades laborales e inmediatamente tramitó el carnet de conducir, seguramente avizorando algo en el horizonte inmediato o a largo plazo. Hoy, a sus 45 años y con 16 temporadas allí, hace un repaso de lo ocurrido, habla de la vida en aquel país y las sensaciones encontradas entre el querer regresar a su lugar de origen y seguir afincado donde encontró su otro lugar en el mundo.
«Yo tenía amistad con Matías Crespi, él estaba en el equipo Jenzer Motorsport, en Suiza. En 2006 vino a visitarme a Málaga y me comentó que a fines de ese año se iba el chofer de la empresa, me convenció para que fuera y en marzo de 2007 me llamó para ir a trabajar y así empecé».
Sus primeras tareas no se circunscribieron solamente a manejar un camión trasladando los autos del taller a los autódromos y lugares de ensayo, sino que involucraron otras como control de neumáticos de las unidades de competición, encargarse de colocar nafta a través de una máquina programada, ayudar a la instalación de paneles, cajas de herramientas, pisos plásticos, equipos de aire y ya en las carreras colaborar con los mecánicos en situaciones determinadas.
«El equipo tiene sede en Suiza pero en ese país están prohibidas las carreras, por un accidente que hubo en su momento, entonces se compite en toda Europa. Yo empecé con las categorías Fórmula Renault, para chicos que recién empiezan con estos autos y también la Fórmula Master, llevaba los dos camiones de una u otra categoría. Después de las carreras también tenía que anotar las cosas que se gastaban, las que había que reponer, era un poco de logística y demás», contó.
AÑO DE ADAPTACION
Al principio la adaptación le costó, mayormente el primer año y especialmente a la hora de comunicarse, porque todos en el ambiente se expresaban en inglés y particularmente no dominaba con fluidez ese idioma, aunque poseía cierto conocimiento en la materia.
«Algo de inglés sabía porque siempre me gustó la música y acá trataba de traducir las canciones, tenía un poco de idea. Y fui aprendiendo, porque más allá de estar en Suiza todos en el equipo hablaban en inglés. Eramos tres argentinos, dos suizos, un inglés, dos de Nueva Zelanda y uno de Estados Unidos, una mezcla de gente. Tuve que ir aprendiendo con el tiempo, siempre dependía de Matías y de Daniel, que era el jefe de mecánicos y hacía muchos años que estaba en el automovilismo y me ayudó mucho».
En la segunda temporada Crespi volvió a Balcarce y solamente quedó con el otro argentino. Al mismo tiempo, comenzó a darse cuenta que ya podía entablar diálogos con el resto de sus compañeros, sus jefes y en la vida diaria fuera del trabajo, lo que significó un aliciente para él desde todo punto de vista.
Para su fortuna, el grupo de tareas lo ayudó desde el inicio y eso le permitió ir añadiendo paulatinamente experiencia a su quehacer dentro del mismo: «siempre fue espectacular el ambiente de trabajo. El primer año me costó porque además del idioma eran trabajos que no había hecho nunca, porque todas las cajas adentro del camión iban como compactadas, entonces hay que saber como ponerlas. Si bien una vez que cargas por primera vez después va más o menos todo en el mismo orden, a veces se agregaban cosas, por ejemplo para las carreras había una carga especial que no va a los tests. En ese momento había doce carreras por temporada y entre competencias había que ir a algún autódromo pero sin el material de las carreras, todo eso lo fui aprendiendo durante ese año», destacó.
VISITANDO PAISES
Su deambular laboral lo transportó a lo largo de los años por distintos trazados del mundo, mayormente en Europa pero también incursionó en otros continentes.
Por caso visitó Le Mans, Paul Ricard, Magny - Cours y Dijon en Francia; Imola, Monza y Vallelunga en Italia; Barcelona, Valencia y Jerez de la Frontera en España; Algarve y Estoril en Portugal; Hockenheim y Nürburgring en Alemania; Spa y Zolder en Bélgica; Silvertone, Brands Hatch y Donington Park en Inglaterra y otros en Hungría, República Checa y Austria.
A la hora de elegir optó por uno pero por una razón particular: «Zolder no es que me impactó porque no es un gran circuito, pero me gustó porque fue la última vez que ganó un piloto argentino en Fórmula Uno, que fue Reutemann y hay fotos ahí, está muy bueno eso».
También con esta profesión supo visitar Rusia y Emiratos Arabes. «Cargábamos todo en un avión, todo lo que son cajas, equipos, autos. Tuve la posibilidad de ir a Moscú, Sochi, Bahrein, Abu Dhabi y Dubai».
De todas maneras, no siempre tuvo mayor tiempo para recorrer las ciudades por las que pasó, dada la intensidad de las jornadas laborales, que en ocasiones le demandan más de medio día.
Sobre ello, mencionó que «a las carreras, cuando viajamos y no tengo que ir con el camión, llegamos los martes y ya están todas las cosas en el autódromo desde el lunes, en la puerta del box instaladas. Llegamos para descargar, estamos toda la semana y cuando termina la carrera nos vamos. Es ciento por ciento el trabajo y es bastante duro. Llegás al autódromo a la mañana y trabajás todo el día hasta la noche, almorzás ahí e inclusive en algunos lugares también te dan la cena, que es temprano. Pero capaz que metés doce o trece horas en el autódromo».
POR ALLÁ Y POR ACÁ
Realizando un balance de su vida en Suiza, se muestra conforme con lo vivido hasta el momento y también proyecta más allá, aunque no con una decisión firme en la actualidad.
«Esto sigue siendo una experiencia, si no ya lo hubiese dejado. Más allá que yo me fui varias veces del equipo, porque después de hacer tres años eso te lleva mucho esfuerzo. Pero el balance es recontra positivo, como experiencia de vida es genial. Les agradezco muchísimo a Matías y a «Chani» que me llevaron, la verdad que es una experiencia muy rica en todo porque aprendés idiomas, conocés mucha gente y lugares».
Pero claro, como le pasa a tantos otros que han emigrado, la tierra propia siempre se añora. Su caso no es la excepción, es más, en 2007 lo intentó y volvió un año completo. «Pero también tira lo otro. El ritmo de vida laboral es muy duro y creo que voy a seguir allá, aunque es difícil tener una vida social fuera del equipo y eso es lo que cansa un poco. Yo como chofer voy viajando y cuando dejo el camión viajo con una combi, por ahí tengo que llevar un auto a un cliente, llevar repuestos o ir a buscar cosas, siempre estoy viajando y estoy muy poco en Suiza. Y eso no te permite hacer una vida social muy normal».
Por el momento seguirá visitando Argentina y especialmente su ciudad una vez cada año, ya que el calendario laboral le demanda diez meses de estadía en Europa y los otros casi dos los pasa en su terruño de nacimiento.
Y en medio de todo ello está su familia: «mis viejos siempre quieren lo mejor. Quieren que yo esté acá, pero como saben que en Suiza estoy bien y como tengo esta posibilidad de ir y venir… Yo siempre quiero venirme a Balcarce, pero lo voy postergando».
ESTRUCTURAS Y SONRISAS
La vida en Suiza tiene sus particularidades, según deja ver Horacio Ros. En lo personal su forma de ser le abrió puertas, pero los cambios existentes entre aquella cultura y la nuestra son en muchos casos bastante diferentes.
«Yo tengo una personalidad que me río siempre, entonces al principio mi jefe le preguntaba a Matías por qué me reía tanto. Al principio vivía en un pueblito chiquito e iba a los negocios y no hablaba mucho inglés, cuando me veían y yo sonreía un poco eso les llamaba la atención. Y cuando empecé a aprender alemán ya les sacaba charla y se prendían, aunque yo hablaba mal. Yo creo que les falta eso a los suizos, reírse un poquito porque son muy serios», expresó.
Y también hizo mención a cómo es la vida en ese país, la cual cuenta con aspectos que muchos consideran vitales en cualquier sociedad, pero también otros que constrastan con lo que por aquí estamos acostumbrados: «es todo muy ordenado, tienen todo perfecto, la limpieza, hay mucho respeto y eso a mí me gusta. Lo que pasa que ya me parece demasiado, son como robots, si por ejemplo hacés alguna tontería enseguida llaman a la Policía. Respetan mucho las reglas y tienen muchas leyes y se cumple todo. Por un lado está todo lo estructurado y por el otro falta un poco de chispa, por eso no estoy tan convencido de quedarme allá. Acá es otra cosa»