"Este trabajo vino de mi madre y lo voy a seguir haciendo mientras pueda"

Con paciencia y emoción, Martina compartió su historia, un camino que empezó en su infancia en Santiago del Estero
En medio de la multitud de proyectos y stands de EduCoAgro, el pequeño rancho llamó la atención por un detalle especial: una mujer sentada en la puerta, con una máquina de hilar en funcionamiento. No era un aparato moderno, sino un mecanismo artesanal construido a partir del pie de una vieja máquina de coser. Allí estaba Martina, concentrada en dar forma a la lana que horas antes había llegado en bruto, recién esquilada.
“Soy una de las más viejas de Balcarce en este trabajo” confiesa. Aunque ya ha participado en otras muestras a la gente le llama la atención ver el proceso en vivo, porque no es común encontrarse con este oficio en plena feria.
DE LA INFANCIA EN SANTIAGO AL TALLER EN BALCARCE
La historia de Martina comenzó lejos, en el norte del país. “Mi mamá estaba sola y con mis hermanos teníamos que ayudarla. Allí, en Santiago del Estero, aprendí a hilar y a tejer faja, matra, pelera para colaborar en la casa. Empecé con un palito, porque no había máquinas. Cuando se rompía un palo de escoba, lo transformábamos en herramienta de trabajo. Con eso hice mis primeros hilos”, recuerda.
Con el tiempo y después de mucho esfuerzo, pudo comprarse su primera máquina artesanal, un verdadero tesoro que todavía la acompaña. “Yo ya sabía cómo hilar con el palito, así lo hacíamos en el norte, pero cuando descubrí que había máquinas, empecé a juntar plata hasta que logré comprar una”, relata.
EL PROCESO DE LA LANA
La materia prima llega de distintas maneras: “Al principio iba a la barraca, elegía la parte del lomo que era la mejor y la compraba. Pero después, como no valía, me la empezaron a regalar. Hasta el día de hoy me siguen regalando lana”.
Ya en su casa, comienza el trabajo: “Traigo el lienzo, lo abro, selecciono la parte del lomo y la preparo. Hilo con la máquina y voy sacando madejas. Tengo negra, blanca… toda la hago en madeja y después lavo yo. Lleva como cinco lavados en agua sola, después varios enjuagues y después con agua tibia y detergente. Antes lavaba con jabón en panza y sebo, pero ahora con detergente también me da resultado”.
TIEMPO Y ECONOMÍA
El proceso no tiene un tiempo fijo, pero Martina lo resume en horas de dedicación: “Si yo me siento cuatro horas a la mañana y cuatro a la tarde, hago dos kilos por día. El kilo de lana hilada, lavada, lista para tejer se está vendiendo a 55. Y si me la compran sin lavar, a 50. Como a veces no me da tiempo, hay personas que me la compran sucia igual”.
El paso siguiente es la confección: “Todo lo que hilo lo tejo yo. Por ahí le doy a otra señora que me haga una o dos prendas, pero trato de hacerlo todo yo”.
La satisfacción es doble: “Gracias a esto me armé mi taller, mi casa. Estoy muy satisfecha. Pero además me gusta, porque viene de mi madre. Mis hijos a veces quieren que deje, pero es algo que yo llevo en mí y lo hago con gusto. No lo voy a dejar mientras pueda”.
TRANSMITIR EL OFICIO
Martina también enseña: “En el curso de hilado y telar les digo a las principiantes que si no pueden aprender en la clase, pueden venir a mi casa y se los enseño en la máquina. Lo que más quiero es enseñar a la juventud. Y me sorprende que quieran aprender, eso me da más ganas”.
El taller funciona en la esquina de 29 y Av. Centenario, en el edificio de la Subsecretaria de Producción y Empleo. Allí, junto a otras mujeres, mantiene vivo el oficio.
ENTRE EL PALITO Y LA MÁQUINA
El palito sigue siendo su herramienta preferida para ciertos trabajos: “Con la máquina el hilo sale más rápido, pero con el palito queda más parejo y más suave. Para prendas finas o para hacer ovejitas de llavero lo hago con palito, aunque lleva más tiempo. También tiño, compro la tinta y tiño la lana blanca. La negra y la marrón las dejo naturales”.
De su familia en Santiago del Estero también trae tejidos especiales: “Ellos hacen matras, que en realidad son peleras, tejidas en bastidor de 60 por 90. Son para ensillar caballos. A veces me las traigo porque a mí no me da el tiempo para hacerlas”.
“NO VOY A DEJAR”
Al terminar la charla, Martina se emociona: “Esto es lo que más me gusta y lo que más quiero porque viene de mi familia. No lo voy a dejar, así que mientras pueda lo hago y enseño a las personas que lo quieran aprender”.
Para quienes se interesen en contactarla, deja un número de teléfono: 2266 48 76 04.