El día que Balcarce se detuvo para despedir a Fangio
El 17 de julio de 1995 falleció Juan Manuel Fangio, leyenda del automovilismo mundial. Miles de personas acompañaron su sepelio en un silencio sobrecogedor. Desde la Casa Rosada hasta su ciudad natal, el país entero rindió homenaje al hombre que conquistó cinco títulos de Fórmula 1 y un lugar eterno en la historia.
UN PAÍS EN EL DUELO
Balcarce amaneció en silencio aquel lunes 17 de julio de 1995. La noticia llegó desde Buenos Aires: Juan Manuel Fangio, el ídolo máximo, el campeón eterno, había muerto a los 84 años en el sanatorio Mater Dei, donde estaba internado desde hacía tres días. La ciudad entera se paralizó. Las radios interrumpieron su programación. En las casas, los talleres y las escuelas, se hablaba en voz baja. El Chueco ya no estaba.
Su salud se había deteriorado en los últimos años. En 1992 se le extirpó un tumor benigno en los riñones, pero los problemas renales se agravaron. Comenzó un tratamiento de diálisis tres veces por semana. En 1993, tuvo su último contacto con un auto de carreras en Cerdeña, al subirse al Alfetta 159. Pero ya no volvió a ser el mismo. Pasó por internaciones en Stuttgart y Buenos Aires, y en 1995, un cuadro gripal devenido en neumonía terminó por doblegarlo.
TRES VELATORIOS PARA UN MITO
Desde la mañana del 17, los homenajes comenzaron en Buenos Aires. Por decisión del presidente Carlos Menem, el primer velorio se realizó en la Casa Rosada. A las 14 se abrieron las puertas para que el público pudiera despedirse en silencio y en grupos reducidos. Rubén y Carmen, hermanos menores de Fangio, y su sobrina Ruth, permanecieron junto al féretro durante toda la ceremonia.
Más tarde, los restos fueron trasladados al Automóvil Club Argentino, donde continuó la despedida. Por allí pasaron amigos, dirigentes, pilotos, diplomáticos y hasta el presidente de Italia, Luigi Scalfaro. También se acercaron viejos protagonistas de la historia del Chueco, como Arnold Rodríguez y miembros del Movimiento 26 de Julio, quienes lo habían secuestrado en Cuba en
1958.EL REGRESO A CASA
El martes 18, poco antes del mediodía, un avión Fokker F-27 de la Fuerza Aérea Argentina aterrizó en la pista de tierra del Aero Club Balcarce. A bordo viajaban los restos de Fangio y una comitiva compuesta por sus familiares y leyendas del automovilismo: Stirling Moss, Jackie Stewart, Carlos Reutemann, José Froilán González, Gastón Perkins y Marcos Ciani. Los esperaba un pueblo entero.
Balcarce vivió un momento único. En la plaza central, unas 10 mil personas se congregaron para rendir homenaje a su vecino más ilustre. El silencio era total, sólo interrumpido por algún motor o un suspiro. El féretro recorrió las calles entre lágrimas, saludos, recuerdos y un respeto conmovedor. "Fue increíble. Todo el pueblo aplaudiendo. Nunca podré olvidarlo", recordó Jackie Stewart, campeón de Fórmula 1 en tres ocasiones.
Stirling Moss, su eterno amigo y rival en las pistas, definió a Fangio con una sola palabra: "Fue el más grande". Ambos volaron desde Inglaterra sólo para despedirse de él. "Era como un padre", dijo Moss, antes de regresar ese mismo día.
UNA DESPEDIDA PARA LA HISTORIA
Sobre la tarde de ese mismo martes, frente al panteón Loreto Fangio del cementerio local, las últimas palabras fueron pronunciadas por Werner Lechner, en representación de Mercedes Benz, y por el ingeniero Luis Barragán, de la Fundación Fangio. El cortejo fúnebre, seguido por miles de personas, culminó en ese punto exacto donde la ciudad, el país y el mundo del automovilismo cerraron un capítulo irrepetible.
"Fangio descansaba en la paz que merecía", escribió Urruty. Así terminó el adiós a un hombre que no necesitaba nombre ni apellidos: alcanzaba con decir Fangio. Y se abrían todas las puertas.