Un corazón lleno de amor para María Inés Cinalli

Un corazón lleno de amor para María Inés Cinalli

La vida le dio una segunda oportunidad, al recibir un trasplante de corazón, a María Inés Cinalli

En medio del sufrimiento por la pérdida de un ser amado, hay familias que encuentran en la donación de órganos la posibilidad de transformar un inmenso dolor en esperanza de vida. Y quienes esperan un trasplante, saben que para seguir viviendo necesitan de ese gesto lleno de amor. No hay mayor acto de amor que dar vida a quien lo necesita

Una historia de esta naturaleza es la que escribe María Inés Cinalli. Hace 377 días -un 11 de septiembre- ingresó al Hospital Italiano en Capital Federal para una consulta con el reconocido cardiólogo César Belziti. Si bien venía sometiéndose a controles -hace algo más de treinta años le detectaron un cáncer-, el corazón se fue de manera inevitable deteriorando como consecuencia de los tratamientos a los que se sometió para su curación.

Por eso, María Inés se quedó atónita, sin palabras, cuando después de ponerse a disposición de la ciencia para una innumerable cantidad de estudios, el doctor Belziti, frente a ella, junto a la cama de la habitación en la que se encontraba ente sueros, cables y máquinas que contralaban cada reacción de su cuerpo, le dijo sin rodeos y con total naturalidad: "Usted no se va de acá hasta que reciba un trasplante de corazón. Me lo dijo así, sin anestesia. Miré a mis hijos porque realmente no entendía nada. Me quedé sin palabras. Nunca imaginé que me diría eso si bien en las condiciones que llegué, estaba para que me internaran", contó María Inés, quien el 28 de febrero pasado volvió a nacer.

LA PELEA MAS DIFICIL

Militante de la vida, María Inés no bajó los brazos. Dio pelea en la batalla más difícil que le tocó enfrentar. Y salió airosa.

Treinta días después de ser trasplantada, ella ya estaba en su hogar, disfrutando de los suyos. Su recuperación fue tan favorable que los médicos le adelantaron el alta. Hoy, transcurridos 377 días de aquella jornada en que ingresó al centro asistencial porteño, su corazón late con fuerza, la misma que puso durante los meses en que estuvo internada, al borde de la muerte.

Asegura que nunca perdió la sonrisa porque se aferró a esa fe inquebrantarle por querer seguir viviendo. No sabe lo que es bajar los brazos. Pero para que ello ocurriera, el sostén familiar le fue indispensable como también el de otros afectos. Eso nunca faltó.

La historia de María Inés es de superación, de esperanza, de vida. Sus hijos Agustín y Natalia como también sus hijos políticos Pilar y Mariano, junto a otros familiares y amigos, estuvieron al pie del cañón. "Mucha gente me acompañó en todo momento pero también el asociarme a Dios me ayudó", confesó, recordando algunos momentos muy duros vividos durante la internación.

A María Inés le detectaron un cáncer cuando tenía 30 años. Se curó pero el método de rayos utilizado le afectó el corazón. Volvió la enfermedad a golpearla a los 52 años pero salió adelante aunque los chequeos médicos ya le advertían que el motor de su organismo había sufrido las consecuencias de la quimioterapia.

Hoy su vida cambió por completo. Se sobrepuso a momentos angustiantes y a los padecimientos físicos. Café de por medio, ofreció a El Diario un conmovedor relato ante la atenta mirada de su hija Natalia, que no pudo evitar emocionarse hasta las lágrimas cuando reveló alguna de las situaciones vividas con su madre internada. Pero también hubo risas en su relato cuando contó, por ejemplo, algunas reacciones espontáneas de María Inés durante los dos ó tres días después de despertarse tras ser trasplantada, producto de la medicación que recibió, las cuales evitamos publicar pero que disfrutamos junto a ella.

ANGUSTIANTE ESPERA

La espera de un corazón para María Inés fue por demás angustiante. Fueron algo más de cinco meses en que su familia debió modificar algunos de sus hábitos para poder acompañarla. "Yo el 11 de septiembre de 2016 empecé a transitar un camino largo sin conocer la salida", contó.

Pero esa angustia fue creciendo a partir de mediados de febrero pasado cuando el cuadro clínico de la paciente comenzó a agravarse. Sabía que su vida estaba atada a un gesto solidario, cargado de amor, en un país donde no existe una cultura instalada de donar órganos.

- ¿Tenía miedo?

- No. Estaba muy apuntalada afectivamente por mis seres queridos y por los balcarceños. Gente que no conocía, a través de las redes sociales me enviaba mensajes que me hacían muy bien al alma. Todos los días decía que de ésta iba a salir, que iba a poder. Y lo conseguí. Por eso no tengo más que palabras de profundo agradecimiento para la familia del donante. Sin ese gesto de amor, yo no estaría contando todo esto.

- ¿Conoció a la familia del donante?

- No. Entiendo que todavía no estoy preparada para ese momento tan fuerte.

- ¿Cómo vivieron sus hijos lo sucedido?

- Lo ocurrido los hizo más maduros de lo que eran. Eran terriblemente disimulados cuando me estaban acompañando en la habitación del Hospital Italiano. Fue muy fuerte para ellos vivir todo esto (dice eso y se le quiebra la voz por única vez durante la entrevista).

DE LA INCERTIDUMBRE A LA ESPERANZA

El viernes 24 de febrero pasado, faltaban unos cinco minutos para las 23. Un par de horas antes Natalia y Agustín se habían retirado del centro asistencial y se aprestaban a descansar. Sabían que su mamá estaba atravesando un momento por demás crítico a punto tal que estaba incluida en la lista de "urgencia" que elabora el INCUCAI. La vida de su madre dependía de un milagro. Sus horas estaban contadas.

Cuando Natalia escuchó que llamaba su teléfono celular, atendió. Del otro lado escuchó la voz de su madre: "Hay un operativo", en alusión al procedimiento que pone en marcha el operativo de ablación.

Nueve horas fue la que estuvo en quirófano y luego le siguieron nueve días entubada, hasta que recobró el conocimiento. No quiso conocer en detalle porqué se prolongó esa situación. "Hay cosas que borré de mi mente, no así las positivas", aseguró.

UNA NUEVA VIDA

Hoy, la vida de María Delia está llena de proyectos. Tiene ganas de hacer cosas, claro está, priorizando los cuidados médicos habituales para alguien que fue trasplantada. Algunos de ellos tienen que ver con su alimentación y otros a cuestiones hogareñas. Pero más allá de eso, hace una vida normal. Incluso en su organigrama diario de actividades sabe que si sale a hacer mandados, debe destinar el doble o triple de tiempo porque siempre hay alguien que se acerca a saludarla, que quiere saber cómo se encuentra. Y eso la llena de felicidad.

Un hecho que la pinta de cuerpo entero sobre como se encuentra lo vivió en las últimas horas cuando fue al consultorio del doctor Germán Curi, uno de sus médicos junto a José Legato y Francisco Vásquez. "Le fui a decir que estaba bien, lo cual sorprendió al cardiólogo porque en general cuando van los pacientes es por una consulta por algún problema de salud", expresó.

"Mucha gente se asombra de verme tan bien luego de haber recibido un corazón. La vida me dio una segunda oportunidad. Producto de un gran acto de amor, me devolvieron la vida", subrayó.

Mientras estuvo internada en su segundo hogar, María Inés cosechó un sinnúmero de amistades. Con Isabel, por ejemplo, que recibió un doble trasplante de corazón y riñón, la une una amistad inquebrantable. También con los médicos, enfermeros y personal del Hospital Italiano (en Navidad, por ejemplo, minutos antes de la cena se acercó a compartir un momento el doctor Belziti).

Queda claro que trasplante implica pensar en muerte y en vida al mismo tiempo. Fueron 135 días los que María Inés y su familia vivieron sentimientos encontrados: se vivía una situación cargada de angustia pero a la vez de mucha esperanza. Se sabía que mientras en un hogar se iba a estar llorando por la pérdida de un ser querido, en otro la alegría abría una enorme oportunidad a la vida. Y esa oportunidad llegó para María Inés, que vive con un órgano trasplantado.

Ella ahora practica a diario el bello arte de disfrutar cada momento como único e irrepetible; es aprender a enfrentar las dificultades con la cara más amable y luchadora, consciente del poderío que da el resurgir de las cenizas. Es ponerse por bandera la solidaridad en mayúscula, aquella que da sentido a la inmensa generosidad del que dice sí a la donación, sí a regalar vida.

La vida se nos muestra de muchas formas y colores, aunque, como aquella canción, a todos nos gustaría disfrutar "la vie en rose ", pero sea del color que sea, si vives con un trasplante, tienes muy claro que La Vida es Bella, o como diría aquel de la canción," La Vie est Belle".

Emoción por tanto cariño recibido

Fueron los principales sostenes de María Inés en todo el proceso que terminó con el trasplante del corazón. Frente a ella, en los momentos más tensos, supieron disimular su dolor y exhibieron su mejor semblante para transmitirle a su madre que todo iba a salir bien. Pero la procesión iba por dentro.

Natalia, su hija, no puede evitar dejar escapar varias lágrimas cuando repasa alguno de los momentos atravesados en el Hospital Italiano, que se transformó en su segundo hogar durante los 135 que estuvo internada su madre.

"Sacábamos fuerza de donde no teníamos para seguir adelante. Ella psíquicamente estaba muy bien. No cualquiera se banca tanto tiempo de internación. Pero los últimos quince días, previos al trasplante, fueron terribles. Le habían colocado un balón de contrapulsación intraaórtico. Mamá tenía los días contados", dice antes de romper en llanto.

Pero la desesperación dio paso a la esperanza en la noche del 24 de febrero cuando les informan que su mamá iba a recibir un corazón. "Me acuerdo que cuando mamá me llama por teléfono y me dice que llegó el corazón, corrí y le dije a mi hermano ¿qué hacemos? Teníamos la cabeza en cualquier lado", describiendo así el desenlace de las horas vividas llenas de angustia e incertidumbre.

La intervención quirúrgica se extendió por espacio de nueve horas. "Fueron las horas más largas de mi vida", recuerda Natalia, que también contó una enriquecedora anécdota. "Estábamos en el pasillo mientras preparaban a mamá para el trasplante. A las 2:40 vino hacia nosotros el cirujano, desplazándose tranquilamente, con una pequeña caja en una de sus manos mientras nosotros estábamos como locos. 'Bueno, chicos, si bien es una intervención quirúrgica a la que estoy acostumbrado, no es sencilla por el estado de salud que presenta la paciente', nos dijo con calma", contó Natalia.

Nueve horas más tarde regresó y nos dio la buena noticia de que, si bien había que esperar, la operación había salido bien. También Natalia reveló qué contenía la caja que tenía en su poder el cirujano: era su linterna frontal para operar.

AGRADECIMIENTO

Por su parte, Agustín no quiso dejar pasar por alto el cariño y afecto recibido durante el período de internación y a posteriori de María Inés. "Quiero agradecer a la comunidad en general por su apoyo y preocupación por la salud de nuestra madre. Los 135 días en que estuvo internada fueron muy difíciles. Cuando se internó, no sabíamos cuanto tiempo se iba a prolongar la angustia. Por suerte apareció el órgano. El corazón de mamá ya estaba muy debilitado y debía ingresar a la operación en condiciones óptimas", dijo.

Por último, expresó su inmenso agradecimiento a cada una de las personas que los acompañaron en cada momento. "Sin ellos -añadió- hubiese sido mucho más difícil transitar este camino. Pero siempre tuvimos fe. Hoy, gracias a un donante, podemos seguir disfrutando de mamá y ella de nosotros, de sus nietos y sus amigos. Debemos tomar conciencia que ser donante puede salvar otra vida".

Un corazón lleno de amor para María Inés Cinalli

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