La pareja de pilotos que recorrió el mundo a bordo de su avioneta

La pareja de pilotos que recorrió el mundo a bordo de su avioneta

Claudio Robetto y Betina Raimondi conforman un matrimonio de pilotos que recorrió el mundo con su avioneta, pasando por veinte aeropuertos y once países. El 22 de mayo comenzaron su aventura partiendo desde el Aero Club de nuestra ciudad; pasando primero por la ciudad de Córdoba; continuando por Brasil, Venezuela, Estados Unidos, Canadá, Groenlandia, Escocia, Inglaterra, España, Italia, Alemania y Rusia. Una vez en territorio ruso, recorrieron todo el ancho del planeta, hasta llegar de nuevo a tierras norteamericanas, precisamente al estado de Alaska.

En un plan en pareja bastante atípico, Claudio y Betina se propusieron dar la vuelta al mundo a bordo de su avioneta. Claudio es oriundo de la ciudad de Mar del Plata, Betina es platense.  Llevan 33 años juntos y han formado una numerosa familia que la completan sus… seis hijas!. Cuentan con una empresa de agroindustria en Tres Esquinas, en donde producen harina sin gluten.

«La idea de la vuelta al mundo surge en 2019. Luego de una travesía en 2014 en la que trajimos de Estados Unidos nuestro primer avión, un matrimonio argentino se conecta con nosotros para que le contemos de este viaje porque ellos estaban interesados en dar la vuelta al mundo. Ahí dijimos: ‘ahhh ¡a  nosotros también nos gustaría!’. Así que luego de ahorrar, pudimos comprar el Mooney LVAZZ el año pasado. Ahí comenzamos a equiparlo y comprar lo necesario. Nuestros amigos fueron los primeros en dar la vuelta en 2021 y nosotros seriamos los segundos argentinos en hacer esa travesía en un avión monomotor», contó Claudio a El Diario.

INICIOS EN LA AVIACION

Claudio se inició en el mundo de la aviación de la mano de su padre, Jose «Pino» Robetto, el piloto marplatense publicó hace unos años en su blog un relato en donde cuenta la historia con su padre y aquel primer contacto con los aviones. «Literalmente me llevaba de la mano cuando bajábamos del micro que hacía el recorrido Mar del Plata - Batan. El daba instrucción en el Aero Club Batan. Yo tendría entonces unos 4 o 5 años y luego de dar instrucción a todos sus alumnos, cuando el último de ellos bajaba y con el Piper J-3 aún en marcha, me señalaba con el dedo y con la mano hacia ademán de que fuera hacia el avión y me subiera. Con el corazón palpitante subía como podía y me abrochaba el cinturón. Ver la hélice girar delante mío y todo el panel de instrumentos ya era tocar el cielo con las manos. Como no llegaba a los pedales, él lo rodaba hasta la cabecera de la pista y luego el avión era todo mío. «Dale» me decía, y yo con mi manita izquierda empujaba el acelerador a fondo. ‘Tira’, ‘bajá’ ‘más atrás’ y así dábamos unas vueltas. ‘Aterrizá’ me decía... pero era el quien lo hacía», relató Claudio.

TRAS LAS HUELLAS DE SU PADRE

El piloto marplatense cuenta que un perfil de su padre fue trazado por un alumno suyo, Juan Carlos Bertram, del Aero Club Balcarce. A modo de resumen biográfico, Robetto cuenta que su padre se graduó a los 16 años de Maestro Bachiller. Haciendo 2 años en 1, a los 19 se enroló en la Fuerza Aérea Italiana y a los 20 volaba como piloto de caza en combate en el frente Africano. Al finalizar la guerra tenía 25 años, dos cruces de hierro por mérito en combate y 10 derribos acreditados.

A los 29 años vino a Argentina con un contrato por 2 años de la FIAT, para dar instrucción a pilotos militares argentinos en los FIAT G55 que Italia había vendido a Argentina. A los pocos meses de llegar, se casa con mi mamá. Fue instructor de la Dirección de Aeronáutica Civil en San Fernando, Don Torcuato, San Justo, Aeroclub Universitario, Aeroclub Batan, Aeroclub Balcarce y Aeroclub Coronel Vidal.

Fue pionero de la pulverización aérea utilizando los Aeronca Champion de 90 HP. Tuvo empresa de fumigación aérea en Balcarce desde 1956 a 1975.  «Cuando se retiró, tenía tres Aeronca Champion y un Piper Pawnee 235. Todos en su campo de Balcarce. Los vendió uno por uno sin siquiera volverlos a ver. Me pedía a mí que los mostrara. Nunca quiso que siguiera sus pasos. Falleció en 1984 a los 64 años», contó Claudio.

«En cuanto a mí, hice el curso de piloto en Miramar en 1986, en el PA11 LV-YOD, dos años después que falleciera papá, él no quería que yo fuera piloto. Tenía, antes de hacer la travesía, unas 400 hs de vuelo totales, incluyendo las de instrucción y de ultraliviano. Volé PA11, PA18, Aeronca Champion, C152, 172, 182 y  Piper Warrior. Dejé de volar asiduamente cuando me casé con Betina en 1990. Hice el curso teórico de piloto comercial en el 2001, en Tandil. Estoy habilitado para VFR controlado y soy también piloto de planeador», indicó Claudio. El 21 de mayo de este año, obtuvo su licencia de piloto comercial en el Aeroclub Balcarce.

LA VUELTA AL MUNDO

Antes de comenzar el viaje de sus vidas, Claudio y Betina pensaban ir a Europa y volver. El piloto explicó que debido a la guerra entre Rusia y Ucrania pensaban que el espacio aéreo estaba restringido. «De hecho lo estaba, pero como teníamos pasaporte y matrícula argentina nos informaron que no íbamos a tener problemas. Le pedimos presupuesto a un handler ruso para hacer la travesía por ese país, porque él tenía que pagarnos todo el combustible y toda la gestión de los permisos, planes de vuelo y el seguro. Después de ponernos de acuerdo en la cifra, decidimos, en lugar de volver por el mismo camino por Groenlandia, hacer el cruce por Rusia y dar la vuelta al mundo».

«Nos llevó veinte días cruzar Rusia, hemos encontrado gente maravillosa que nos ha ayudado mucho, tuvimos algunos problemas de motor y bujías en Rusia que hemos podido solucionarlo gracias a ellos. Claudio señaló que lo más tenso del viaje fue el cruce aéreo sobre Moscú: «nosotros no sabíamos, pero ellos tienen anulado el gps en un área muy grande, 500 km a la redonda de Moscú, y nos encontramos sin posibilidad de navegar, estábamos perdidos. Por suerte pudimos tomar contacto con un controlador aéreo y él nos guió haciendo cambios de rumbo. El cruce sobre Moscú fue sobre una altura muy baja, entre 300 y 500 pies, debido al mal tiempo, y el techo estaba muy bajo. Así que ellos nos guiaron, vimos los edificios de Moscú muy cerca nuestro».

El piloto confesó que lo más lindo del viaje fue el cruce del Artico, el norte de Canadá y Groenlandia. «Aunque todos los lugares que visitamos tienen su parte interesante», agregó. Una vez que retornaron a Alaska, luego de haber recorrido el ancho del planeta, emprendieron su vuelta a casa. El viaje duró exactamente 4 meses, el 22 de septiembre Claudio y Betina llegaban a su hogar siendo recibidos con una fiesta sorpresa organizada por su familia.

BETINA, SU INSEPARABLE COMPAÑERA

Claudio fue el piloto durante todo el recorrido, Betina su inseparable copiloto. «Betina comenzó el curso de piloto privado aquí en Balcarce, ya tiene cuatro horas de alumna. Durante el viaje por el mundo me ayudó con el chequeo del avión y el cómputo del consumo de combustible. Ella me ayudaba a preparar el avión antes de salir en cada vuelo, le quitaba todo lo que le habíamos puesto, como lonas, fundas, cubre sondas, etc. Chequeaba el aceite, le agregaba si hacía falta, le agregaba combustible. Y después en el vuelo me ayudaba en las navegaciones, sobre todo para esquivar nubes de tormentas que a veces teníamos que atravesar y las nubes estaban muy cerca unas de otras y decidíamos por qué hueco pasar para no nos pegaran de lleno todo los chubascos y turbulencias. También en engelamiento de las alas, cuando cruzamos el Ártico ella estaba muy atenta a eso.

Si bien Claudio fue quien paso más horas al mando de la avioneta, la compañía de Betina hacía más ameno el viaje. «Todo el tiempo conversábamos sobre qué navegación hacer, cuantas horas volar. Nuestros vuelos promedios eran de ocho horas, el avión tiene autonomía hasta trece, porque lleva instalados unos tanques suplementarios en las alas. Sin embargo el vuelo más largo que hicimos fue de 10 horas».

El mate fue su tercer tripulante, el que les ayuda a mantenerse despiertos durante tantas horas y el que les ayuda a mantener la temperatura cuando sobrevuelan los países más fríos. «Comíamos en el avión, Betina preparaba sanguches la noche anterior al viaje, tomábamos mate, escuchábamos música, siempre atentos a los detalles de la navegación», agregó Claudio.

Por último, Claudio adelantó que tiene pensado seguir viajando y conociendo nuevos destinos. «Para mí el vuelo es una pasión, yo vuelo desde muy chico con mi padre, me encantaba volar con él, me sentía seguro.  Este viaje por el mundo fue una gran aventura, en el medio pasaron cosas, sorteamos dificultades pero ganamos experiencia y seguridad. Yo voy a seguir volando, para mi este viaje fue un logro muy hermoso pero no va a ser el último. Tengo pensado seguir y ponerme metas, ir a otros destinos como por ejemplo Malvinas o volver a Europa. Recién ahora estoy cayendo que di la vuelta al mundo, para nosotros fue todo muy natural», concluyó.