Los periodistas, entre recuerdos y anécdotas

Los periodistas, entre recuerdos y anécdotas

Diego Di Fino

Marcada a fuego

Por Diego Di Fino

En 17 años en la función pública guardo un sinfín de anécdotas. Con errores y aciertos, pero que se transforman en los cimientos del aprendizaje y de la experiencia en el camino recorrido.

Hubo una anécdota que me marcó a fuego, a poco más de un año de trabajar en la Municipalidad. Fue en agosto de 2002 cuando vino Carlos Menem a Balcarce como precandidato a Presidente. Se trató de un encuentro destinado a la juventud. Se hizo un acto en el gimnasio de la Escuela Técnica Nº 1 un viernes a la noche y antes de finalizar me solicitaron convocar a una conferencia de prensa en la estancia ‘El Yoitué’ para la mañana del sábado.

Todo era normal hasta que pasadas las 22, mientras me encontraba cenando, recibo un llamado a mi teléfono celular. Una persona se presenta como el jefe de campaña de Menem y me dice que baje a todos los medios, a excepción de un multimedios de Mar del Plata y a los locales. Para eso ya había confirmado la presencia, por ejemplo, de Crónica TV y Canal 26, entre otros de importancia.

En un momento no supe qué hacer. Traté de serenarme y me dirigí hasta el Hotel Balcarce, desde donde me había dicho esa persona que estaba hospedada. Me llamó mucho la atención que no estuviera en la cena que se estaba desarrollando en esa estancia. En la recepción pregunto por ese hombre y me dicen que se encontraba en el cuarto, por lo que entendí que no había nada raro entonces, más allá de su ausencia en el lugar indicado. De paso ni el exintendente Pérez como sus secretarios tenían señal. Los llamé incesantemente para despejar toda duda, pero me fue imposible contactarme.

Ahora lo recuerdo con gracia pero los móviles de Canal 26 y Crónica TV me aseguraron que si todo era una movida para que vaya el otro y ellos no, me iban a escrachar. Los del 26 estaban cenando en ‘La Cantina’ y a los de Crónica los pude contactar cuando el móvil recién había retornado a Mar del Plata. Así hice con varios hasta pasada la medianoche.

A la mañana siguiente y tras haberse reunido en la rotonda de plaza Libertad con los medios locales y los del grupo marplatense, emprendí viaje a la estancia ubicada en ruta 55, camino a Necochea. Una vez en el lugar me encuentro con las autoridades de ese entonces y les comento la situación. Ahí es donde conozco a la persona que me había hecho desactivar la conferencia -para algunos solamente- y se produce un intercambio de palabras por la situación vivida. Él me adujo que respondió a órdenes de Menem.

Como coralario de todo esto fue que el enviado de la agencia Télam me llamó aparte para decirme que había escuchado todo y para darme un consejo producto de haber trabajado con políticos. «Nunca desactives una conferencia de prensa, en todo caso que el funcionario postergue lo que haya surgido, porque de lo contrario le estás faltando el respeto a los periodistas, quienes son los que difunden lo que vos o tu jefe pretende», sentenció.

De la Rúa renunció y se vino a Balcarce

Por Juan Luis Ferreyra

Año 2001. El país vivía momentos de convulsión. Había renunciado en diciembre a la Presidencia, Fernando de la Rúa. Aún se recuerda la imagen retirándose en helicóptero de la Casa Rosada. Nadie sabía cuál iba a ser su paradero. Hasta que se develó el misterio.

De la Rúa vino a Balcarce a descansar. Se alojó en una estancia ubicada en la zona de Bosch. En aquel tiempo me desempeñaba en el servicio informativo de LRI 235 Radio Balcarce y en Cablevisión. Un vecino del paraje Bosch llamó a la radio y contó que había visto al expresidente en el campo propiedad de la familia Fornieles.

Terminé mi labor en la radio, a las 13, y junto con el camarógrafo Andrés Toloza nos dirigimos al lugar con la certeza de que podríamos ingresar al establecimiento, atendiendo a que al señor Fornieles lo conocía.

Llegamos al campo y encontramos a un vecino que pasaba a caballo. Le preguntamos si sabía algo y efectivamente nos confirmó que de la Rúa estaba allí.

Arribados al ingreso al establecimiento, detuvimos el móvil del canal local ya que la tranquera estaba cerrada con varios candados. Bajamos con todos los elementos para hacer la nota, incluyendo el trípode que, cuando uno lo traslada al hombro, de lejos parece un arma de fuego.

Sorteamos la tranquera y comenzamos a caminar. Era una especie de galería amplia, toda arbolada. Nos sorprendía el silencio reinante. Al fondo podían observarse movimientos y varios vehículos no comunes para estar en un campo.

De pronto aparecieron varios hombres, corpulentos, con una contextura física similar a los jugadores de rugby, quienes estaban parapetados detrás de los añosos árboles. Nos rodean y nos preguntan qué estábamos haciendo en una propiedad privada, a lo que respondí inocentemente con esa locura y pasión que despierta esta profesión: «Vinimos a hacerle una entrevista a Fernando de la Rúa que, tenemos entendido, está en este campo». Uno de ellos, que dirigía al grupo, muy serio y con malestar negó que fuera así. Esta es una reunión de empresarios, nos dijo.

Nos pidieron la documentación personal. Tanto Andrés como yo salimos tan rápido para el campo que no teníamos absolutamente nada. Pretendían quitarnos todo el equipo (cámara, micrófono, trípode, etc.) y, por supuesto, el cassette con todas las notas sin editar para el noticiero del día. Logramos que desistieran y optaron por acompañarnos hasta el móvil. En el trayecto, a una de las personas que nos guiaba hasta la salida Andrés, con su forma directa de ser, le preguntó «¿está acá? Decime la verdad» a lo que el hombre no respondió.

Para que de alguna manera supieran nuestra identidad le mostré mi teléfono celular, diciéndole que tenía los contactos del intendente y del comisario por si lo quería llamar para confirmar quiénes éramos. Solo quedaba en claro el ploteado del móvil con la leyenda Cablevisión. Ya en la unidad, abro la guantera y solo había un certificado de seguro vencido. El custodio nos dice «Váyanse y no vuelvan, violaron la propiedad privada y podríamos denunciarlos».

Ya tranquilos, subimos al móvil para irnos y a los pocos metros, pese a que nos dijeron que no detengamos la marcha, Andrés me dice que pare, que quería hacer imágenes. «Para mi está acá, algo raro hay», me decía. Hizo varias tomas y nos fuimos con el sinsabor de no lograr la nota y con un susto mayúsculo. Estuvimos a punto de ser denunciados y que nos incautaran los equipos.

Para cerrar, de la Rúa estaba ahí. El campo era de Fornieles pero no de la persona que yo conocía sino que era de un primo. No permaneció mucho el expresidentes en ese lugar ya que la noticia comenzó a trascender y no era conveniente. Cronistas de una revista estuvieron escondidos en unos cultivos y lograron sacar fotos de de la Rúa caminando por el establecimiento agropecuario, imagen que recorrió el mundo.

La muerte del puestero y su «Muñeco»

Por Agustín Gigena

Un día de esos, en los que la noticia escasea, una falsa amenaza de bomba atraía nuestro interés como no pasaría en otro momento. 

Esto ocurrió el 2 de abril del 2015. Un improbable peligro de explosión hizo que con mi compañero, Andres Toloza, nos acerquemos a la sede bancaria de avenida Kelly y calle 21. Cuando finalizamos esa nota y a través de una charla informal, el Comisario nos cuenta que en un establecimiento rural de Balcarce había dos personas fallecidas. Si bien aún no existían certezas, podía presumirse que se habían quitado la vida el uno al otro en una pelea. 

Enseguida comenzamos con el operativo de cobertura. Los datos que nos brindó Policía para encontrar el lugar eran pocos. Sabíamos el nombre del campo «La Chola» y el sector aproximado en el que se encontraba. Hacia allí salimos, junto a «Felipe» Pinilla, colega de El Diario. 

Después de varios intentos de conseguir precisiones del sitio para poder llegar, fue «Felipe» quien llamó a un amigo que trabaja en un campo de la zona. La casualidad hizo que ese amigo esté en ese momento en la ruta con el auto roto, necesitando que alguien lo traslade hacia el campo donde trabajaba. Lo asistimos, lo trasladamos y encima nos dio el dato preciso sobre donde estaba «La Chola». 

Cuando llegamos el ambiente era raro. Recuerdo que estaban en el lugar integrantes de Policía Rural junto al propietario del campo a la espera del fiscal y los peritos. Lo primero que supimos fue que el muerto era uno sólo y que había fallecido por causas naturales, Las horas que habíamos dedicado, la llovizna y el frío de la espera no rendían sus frutos. No era noticia.

Cuando nos debatíamos entre volver al canal o esperar al fiscal para ver si el nos podía agregar algún dato interesante, un oficial de Policía aportó lo que más tarde iba a llegar a los medios nacionales. La confusión de los dos muertos originales se dio porque junto al cadáver había un muñeco de similar tamaño, de confección casera y vestido con ropa de hombre, que se encontraba boca abajo. 

La historia no tardó en conocerse en todo el país. Los medios nacionales titularon «Encuentran a un puestero muerto, mientras tenia relaciones con un espantapájaros». Eso era lo que había pasado y la cobertura después no fue cosa fácil. El informe para poder explicarlo, guardando el respeto que el fallecido merecía, fue sin lugar a dudas uno de los desafíos más grandes por los que pase en mi carrera.

Pero no fui sólo yo. En la entrevista que le realizamos al fiscal Moure me quedó en claro que a él le pasaba lo mismo. Hizo fuerza durante los minutos que duró la nota para explicarlo, cuidando los términos y la seriedad. Yo no lo ayudé en nada. Mi deber era traer claridad y para ello tuve que preguntarle cosas como ¿Qué hacía el muñeco ahí? ¿Para qué se usaba? ¿Cómo estaba confeccionado?

Respondió como pudo. Nosotros trajimos el mejor informe que pudimos y Balcarce estuvo en la boca de todos los periodistas del país por unos días. 

Uno propone y Dios dispone

Por Javier Delle Rosse

A lo largo de mi trayectoria en Carburando, diferentes circunstancias fueron dejando recuerdos perdurables que forman parte de mi vida. Voy a contarles dos episodios inolvidables que sucedieron mientras estaba fuera de la ciudad cubriendo competencias de automovilismo.

El primero fue en el año 2005. Tiene que ver con el nacimiento de uno de mis hijos. En la semana previa a una competencia en Mendoza, recuerdo haber acompañado a mi señora a Mar del Plata a un control y preguntarle con preocupación al doctor, concretamente, si era conveniente que viajara a la carrera o no que tenía que cubrir. El profesional me contestó que sí, que de ninguna manera entendía que pudiera producirse el nacimiento -en ese caso de Santino- en no menos de una semana-. Entonces, volví más tranquilo a Balcarce, armé el bolso y el viernes me fui despreocupado a Mendoza. El domingo a la madrugada, mientras dormía, ¡teléfono!

Lo que sigue de la historia es breve y tradicional. Mi señora en camino a Mar del Plata, yo en la carrera y el domingo cuando terminó, me vine con un piloto directamente a la clínica y Santino me esperaba a mí, en vez de esperarlo yo a él.

El siguiente episodio -año 2007- se dio con el nacimiento de mi otro hijo pero, en este caso, ya con más experiencia parecía tener todo controlado. Además, no podía ser tanta coincidencia que el nacimiento de mis dos niños fuera justo un sábado o domingo pero…el ser humano propone y Dios dispone.

El domingo cuando terminó una carrera también, mi señora camino a Mar del Plata y yo apurando mi regreso. En este caso fue con más suerte. Pude retornar con el tiempo justo y esperar el nacimiento de Tiziano, que fue un lunes a las 8 de la mañana.

Dos vivencias, dos historias de tantas que han sucedido a lo largo de estos casi 26 años en Carburando.

Alberto Hugo Cando, todo un profesional

«Beto» Vuotto

Balcarce y la zona se aprestaron a vivir en abril de 1968 una gran fiesta del automovilismo deportivo. Los Auto Club de nuestra ciudad y Lobería habían organizado una importante carrera de Turismo Carretera, en cuya largada desde la loma donde hoy está la fábrica de Tulio Crespi hubo 90 autos para recorrer 342 kilómetros.

Aquel acontecimiento terminó en una tragedia con la muerte de dos pilotos -Kissling y Taraborelli-, otros quedaron heridos, y espectadores que también perdieron la vida.

El Liberal había acordado con el relator y comentarista Alberto Hugo Cando que, finalizada la competencia, grabara para el diario su opinión sobre la carrera. En pleno relato por LR3 Radio Belgrano, escuchó Cando que desde el avión se anunciaba la muerte de Kisslling, uno de sus amigos entrañables.

Desde ahí conmovió verlo al destacado periodista seguir desde la loma su relato con la voz quebrada, lágrimas y el dolor por esa novedad que lo impactaba.

Carlos Pairetti ganó después de recorrer durante algo más de tres horas el trazado de pavimento y tierra. Pensamos entonces que no era para nada oportuno caminar unos metros y recordarle a Cando aquel compromiso.

Pero lo hizo él, que nos vio y llamó. Hizo un paréntesis frente al micrófono, prendimos el grabador de cinta grande e incómodo, y nos hizo el comentario. Conmovió otra vez verlo y escucharlo hablar entrecortado, en parte llorando, pero cumpliendo con su palabra. Todo un profesional.

Los periodistas, entre recuerdos y anécdotas