La nostalgia y la alegría se unieron en un doble homenaje en la apertura de la EduCoAgro

La nostalgia y la alegría se unieron en un doble homenaje en la apertura de la EduCoAgro

Omar Pionti y alumnas del Colegio «San José» representaron un pasaje de los inicios del establecimiento educativo

El Museo Fangio dio marco ayer a una tarde-noche cargada de emociones y sentimientos encontrados.

La llegada de un antiguo automóvil en el que se movilizaba un chofer conduciendo a una «religiosa» y detrás de éste un sulky en el que llegaba otra «Hermana» a las puertas de un edificio iluminado de azul, refiriendo a las «hermanas azules» en su llegada, hace algo más de 80 años, a lo que sería el Colegio «San José», siendo recibidas por vecinos que celebraban la donación de la familia de la Cuadra de un predio para construir una escuela, fue el punto de partida para una jornada muy especial.

Así comenzó el acto realizado ayer en el que fueron homenajeadas a exdocentes y ex alumnas del Colegio «San José» y a mujeres rurales en el inicio de una nueva edición de la Muestra Educativa Comercial y Agropecuaria (EduCoAgro) y en adhesión a los 80 años del Colegio Rural «San José».

La representación inicial estuvo a cargo de alumnos del Colegio acompañados por Omar Pionti, quienes fueron recibidos por un público que los ovacionó.

Ya en el corazón del Museo, tras las palabras del Intendente dando apertura al acto se dio paso a los homenajes.

En dos videos se compartieron entrevistas realizadas a cuatro mujeres rurales: Irma Quinteros, María Juana Figueroa, Angela María Lombardo y Emilse Ethel Porto de López, en representación de todas aquellas que trabajaron a la par de los hombres en el ámbito rural en la zona.

Del mismo modo las exdocentes Hna. María Victoria Ara no, de 98 años y Ana María Aranda, quienes se desempeñaron laboralmente en la Escuela «San José» y las exalumnas del establecimiento educativo Nilse Gladys Suero y Mirta Gladys Vitale lo hicieron como referentes de educadoras y alumnas de la escuela.

HISTORIAS DE VIDA

Las representantes de las «mujeres rurales», todas de más de 80 años, relataron sus vivencias en el ámbito rural.

Irma Quinteros evocó aquellos tiempos lejanos cuando junto a su esposo trabajaban en la estancia «El Carmen» de Carlos Sáenz, a cargo de la cabaña de lanares.

«Mi esposo estaba a cargo de la cabaña. Yo hacía las tareas de la casa y cuando faltaba personal trabajaba en el casco de la estancia, hacía todo, después iba a mi casa y hacía todas las tareas del hogar. Me ocupaba además de ordeñar, criar aves, hacer leña y lo que fuese necesario», comentó señalando que no le resultó fácil adaptarse ya que antes no había estado en el campo, pero poco a poco se fue acostumbrando.

Dentro de sus tareas estaba también el llevar a su hija pequeña en los primeros años a la escuela. «Íbamos en sulky, yo la esperaba las cuatro horas, tejía en el horario de clases y en los recreos compartíamos el mate o el té con las maestras», narró.

.María Juana Figueroa pasó su vida en el ámbito rural lejos de Balcarce, en su Neuquén natal, donde, dijo, no tuvo una vida fácil, dedicándose a la cría de ovejas, chivos y vacas junto a sus abuelos. A los 22 años se casó y ya en nuestra tierra trabajó a la par de su esposo en un almacén, recordando los repartos de mercadería en el campo, que se hacían a caballo.

Sumó a su relato la narración de un poema escrito por su esposo.

Angela María Lombardo narró sus vivencias rurales, las que estuvieron centradas en el trabajo en un tambo, ordeñando en forma manual en una quinta cercana al Cementerio Municipal. Así pasó su juventud para luego dedicarse de lleno a la crianza de sus hijos sin desentenderse de las labores de campo y el tambo, a lo que sumaba luego hacer quesos, ricota, manteca y dulce de leche.

Emilse «Bocha» López lleva sus jóvenes y alegres 85 años vividos y disfrutados en el campo. Así lo reafirma rememorando sus primeros años «en un ranchito de adobe y piso de tierra» en el campo «El Espinillo» (entre Vivoratá y Mar Chiquita), donde tuve una infancia sin nada pero hermosa», «inventado» juguetes junto a su hermana para entretenerse.

«Nací en el campo, vivo en el campo, es mi lugar en el mundo. Hace 14 años estoy sola pero no vivo en soledad. El campo es mi vida, el campo nos da todo y más de lo que uno pide» afirmó.

LA ESCUELA

En otro video, dos exeducadoras y dos exalumnas evocaron su paso por el Colegio «San José».

La Hermana Victoria Arano, quien hoy suma 98 años fue una de las primeras religiosas y docentes de la escuela cuando ésta funcionaba en el chalet de la familia de la Cuadra.

Había por entonces unas 35 alumnas pupilas (era solo para mujeres) que, según recuerda, llegaban a caballo y se quedaban prácticamente todo el año en el colegio.

Así entre los recuerdos fueron apareciendo nombres como el de la Directora, la Hermana Alejandra, la madre Severina y la Hermana Margarita junto a los momentos en que, en el verano debían desocupar la casa par que fuese utilizada por la familia de la Cuadra que llegaba de vacaciones, para volver a convertir las habitaciones en aulas meses después.

Al repasar el anecdotario salió a la luz la época en que se vio obligada a aprender a manejar el sulky con el que salían a dar catequesis, el que, comentó, tenía un caballo que había pertenecido a un verdulero y, por costumbre de su viejo trabajo, se detenía frente a cada tranquera.

Ana María Aranda, sumó su experiencia manifestando que en su caso se sumó al staff del Colegio en 1970, recién recibida. «Entré como ayudante de la Hermana Alejandra y dos años después quedé como titular.

«La madre Severina iba a comprar a la panadería de mi padre, recuerdo que siempre leía el horóscopo en El Liberal, mi madre le preguntó si necesitaban una maestra ya que yo había terminado de estudiar y dijo que sí. Así entré», comentó añadiendo que por entonces la escuela «era muy chiquita, muy familiar. Era nuestra segunda casa, la pasábamos muy bien. Eran momentos gratos los que vivíamos aquí adentro», sumando los nombres de muchas de las personas que trabajaban en el establecimiento y destacando el recuerdo de «Nené» Curto

Mirta Vitale, más conocida como «Beby» Lozano, ex alumna del Colegio rememoró los años de su niñez, cuando vivía junto a su familia en Tres Esquinas e iba a la Escuela Nº 15 y su padre decidió que debía continuar sus estudios como pupila en el «San José».

«La Hermana Alejandra fue mi segunda madre, las religiosas eran nuestra familia ya que nuestras familias nos iban a buscar muy de vez en cuando. Salíamos unas cuatro veces al año, en Semana Santa, para el 25 de Mayo, en las vacaciones de invierno y en las de verano, yo tenía 8 años y no era fácil acostumbrarse a eso» reveló «Beby» para repasar los nombres de las hermanas Brígida «una italiana maravillosa», Genoveva, encargada de la huerta; Ana María «una francesa «brava» que nos cuidaba en las horas de estudio» y Clementina, «que daba labores», destacando su eterno afecto a la Hermana Alejandra que llegó por un tiempo breve pero se quedó para siempre en Balcarce, lugar donde murió y en el que hoy descansa.

Entre lágrimas, confesó que en homenaje a ella su hija se llama María Alejandra.

Nilse Suero sumó su relato también como exalumna manifestando que en su caso cursó el segundo grado cuando tenía 7 años y volvió años después para hacer sexto grado, quedándose hasta después de cumplir los quince años, que le festejaron en el Colegio.

«Estuve pupila incluso en verano, éramos más de cien pupilas. Conservo muchísimos recuerdos gratos, las hermanas eran siempre dispuestas a ayudarnos. Nos levantábamos muy temprano, las galerías eran abiertas y para ir al baño teníamos que cruzar por allí, íbamos a la capilla y espués de desayunar, a clase. Las mas grandes teníamos oficios, se hacían las tareas de la casa, nos enseñaban a cocinar, a lavar pisos, arreglar los dormitorios y las actividades se rotaban. En medio de eso teníamos recreos muy largos», repasó rescatando anécdotas sobre los viajes en sulky y el día en que el caballo que las transportaba «cayó muerto en pleno centro», o las épocas en que se movilizaban en un Ford «A» , de la hermana Severina al que había que darle manija para hacerlo arrancar. «Eran épocas en que venir hasta el centro era toda una aventura», agregó para concluir.

Tras los videos, el encuentro tuvo su cierre con una representación de una aula de antaño, a cargo de alumnos del Colegio.

La nostalgia y la alegría se unieron en un doble homenaje en la apertura de la EduCoAgro